Barcelona 1912. El caso Enriqueta Martí, by Jordi Corominas

Maléfica, Llilith, La condesa Báthory, Dalila, Bonnie Parker, Medea o la catalana Enriqueta Martí. Famosas e históricas damas negras, vampiras, pérfidas, demonios siniestros, depravadas, brujas desalmadas. También tenemos a esas contemporáneas y anónimas malas madres que no se mueren del gusto de parir, las yonquis de la Mina, las prostitutas de calle Robador, las histéricas de Freud o las modernas y nuevas locas diagnosticadas con TLP. ¿De dónde nos viene esta atracción, esta fascinación por condenarlas? ¿Por qué esta manía de cazar brujas, improvisar hogueras y de entender a las mujeres como la escoria más peligrosa que debe ser castigada? “El miedo del hombre a la mujer sin miedo” decía nuestro Galeano. Y quizá por aquí habría que empezar a pensar. El caso de Enriqueta Martí viene –quizá sin quererlo- a poner sobre la mesa una vez más el trato vejatorio que le hemos otorgado a lo largo de la historia a estas mujeres de vida licenciosa, disolutas, depravadas, pertenecientes a círculos perniciosos, bestias crueles repletas de maldad; condenadas de antemano por el simple hecho de no ser hombres o no adaptarse al rol que hemos querido que tuvieran. Jordi Corominas nos plantea la manipulación y tergiversación a la que se ha visto sometida uno de los casos más llamativos de la ciudad condal, una de esas historias que conmueven a la opinión pública y se quedan grabadas en el inconsciente colectivo perdurando a lo largo del tiempo. El caso de una mujer a la que presenta como “sirvienta, probable prostituta, curandera, proxeneta, secuestradora, mendiga, lavandera, modista, madre sin hijos, progenitora huérfana, amiga de los ricos, princesa de los pobres, vampira por mitología y asesina en serie por caprichos de la propaganda”. Jordi Corominas deja claro una vez más que es un escritor y periodista comprometido con la crítica, la acidez, el humor, y la agitación de conciencias. En esta oportunidad y gracias a la editorial Sílex, nos muestra un tema que es a la vez muchos temas tan actuales como vibrantes. Plantea una verdad alternativa sobre una fémina “que ni era tan mala ni tan arpía, solo una más en esa anómala normalidad de la Barcelona de 1912”. Porque era necesario que alguien profanara templos adorados. La historia más ultratúmbica y escondida de esta Barcelona que ahora huele a bronceador de coco. Como bien dice: “los proletarios de ayer son los pakistaníes de la actualidad, nada ha cambiado, solo el decorado que alterna la fachada cool con la desgracia de siempre”. Desde 1912 a 2015 parece que conservamos la hipocresía intacta.
978-84-7737-886-0