Si, como dijo Chesterton, tomarse a uno mismo en serio no es sino dejarse caer por una pendiente natural, toda reflexión sobre el humor debería, como mínimo, ser reconocida por el esfuerzo que supone remontar el barranco de la identidad. Andrés Barba (prolífico y galardonado narrador, ensayista y, recientemente, también poeta) lo sabe y ha decidido asumir el reto, como ya hizo con la pornografía en La ceremonia del porno (coescrito junto a Javier Montes).
Ambos, pornografía y humor, comparten la característica de formar parte de la sociedad pero en sus límites, sin acomodarse del todo a ella, lo que les permite desempeñar un papel no sabemos si homologador o destructor, higiene o terrorismo (o ambos). Y así se expresa en los diversos artículos de La risa caníbal, donde aborda la función catártica de la risa en el film pornográfico Garganta profunda, desarrolla la doble parodia Hitler/Chaplin y plantea infinidad de preguntas de difícil respuesta. La más inquietante de ellas tal vez sea: ¿es el humorista, aunque paradójicamente viva en el espectáculo, el que aboga por la realidad en un mundo que ya es mero simulacro?, ¿es esta doble representación, como sucede en Hamlet, la que está llamada a desenmascarar la realidad?
En un contexto social donde es frecuente la indignación porque el humor de los otros ha rebasado el límite, y donde hay jueces que toman el lenguaje figurado por literal y viceversa, tal vez sería una buena idea repartir ejemplares de este libro por todas partes: por las salas de espera, por los tanatorios, por el Congreso de los Diputados.