El miércoles es un día tonto. Un día para contarse mentiras. Para ir al gimnasio, hacer limpieza en casa, para decirse ‘Hoy no salgo’, ‘Hoy me porto Bien’. Y en vez de gimnasio, de arreglar armarios, de acabar trabajos pendientes o seguir con tu dieta depurativa de la alcachofa, dejas que las horas se escurran sin más trascendencia que la de espiar facebook, cenar cualquier porquería, ver algo sedante y muy tonto en TV, e intentar distinguir a lo lejos, desparramado en el sofá de casa, esa lucecita brillante y flúor que anuncia el fin de semana.
La Casa de la Pradera celebra el no-festivo-laborable convirtiendo la mediocridad de una tarde cualquiera en un pequeño oasis ochentoso. Donde engañar al reloj y tomarte una caña o un gin tonic feliz y sin remordimientos. Donde bailar y canturrear al ritmo de un sintetizador barato y fascinante al grito de ¡LOS MIÉRCOLES SON NUESTROS! Fiesta divertida, casual y fresca -como un beso robado mientras bailas sobreactuada al ritmo de Lo mejor de la Música española de los 80′ y 90′-. Ponte el pijama por debajo o ve sin ropa interior. Sal a celebrar tu No-Cumpleaños y a desengrasarte. Que ya es miércoles y anochece a las diez. Porque (nena), casi llega el verano y la ciudad (y la Casa de la Pradera) no duermen nunca, nunca, nunca.
Bendito Raval.
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