Los Wave vuelven a ese país romántico, su adorada piel de toro. Y lo hacen como siempre, como si los miembros de este loco trío fueran unos Ernests Hemingways o unos Orson Welles de este siglo, pues observan con detenimiento este país exótico que a su vez los mira con esa mirada de soslayo incluyendo altos tintes de compasión y una empatía en la que se demuestra que en el fondo hay muchos más rasgos culturales que nos unen que los que nos separan: el bar y el idioma, respectivamente, por citar solo dos ejemplos. Vuelven y lo hacen en una vertiginosa gira para presentar su último disco, Great Big Flamingo Burning Moon, un trabajo en el que sin dejar de ser fieles a su espíritu lo-fi han profundizado más en lo eléctrico hasta penetrarlo. Grabado a pachas con el polifacético Billy Childish -siempre consiguen lo que se proponen, y a colación de esto me vienen a la cabeza nombres como Herman Düne y Hefner, sus padrinos musicales- el álbum demuestra que aparte de ser todo lo frenéticos que han sido siempre, también demuestran un alto grado de productividad, pues hablamos ya de su decimotercera referencia -¡y todas de calidad!-. Echen la cuenta, trece discos desde 1998, más rarezas, directos y otros productos del mercado negro que ayudan a que nos hagamos una idea de esta radiografía caótica que la banda muestra antes de irse para regresar una y otra vez. Ya saben que los esperamos, y que lo hacemos con los brazos abiertos. // By Javier Muñoz
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