Kiki, el amor se hace
Paco León ya había demostrado su atrevimiento como director en Carmina o revienta y Carmina y amén, dos comedias tenebristas a medio camino entre el costumbrismo y la apoteosis. Ahora (y como renuevo de la australiana The Little Death, de Josh Lawson) pone en escena en Kiki. El amor se hace, una cinta mucho más luminosa, concebida como una obra coral de vidas cruzadas, cuyos personajes tienen en común sus poco normativas preferencias sexuales: mientras que un personaje (el de Natalia de Molina) se excita al ser atracada con violencia (“harpaxofilia”), otro (el de Alexandra Jiménez) lo hace con el tacto de ciertas telas (“elifilia”)… Y así hasta completar un mosaico donde caben la “dacrifilia” (excitación por ver llorar), “fitofilia” (por los vegetales), la “somnofilia” o el “poliamor”. Lo más llamativo de este fresco (nos referimos a la técnica, no al director) es el tratamiento que ha decidido dar a las historias, donde se rehuye el conflicto y sólo se explora el proceso que lleva a sus personajes a la plena realización de sus deseos; personajes, por otra parte, en estado de gracia (en particular las dos actrices antes mencionadas, pero también Luis Bermejo, Candela Peña o el propio Paco León) y que parecen decididos a demostrar que el sexo no tiene por qué ser fuente de conflictos, sino que participa más bien de su resolución.
