Fitzsimmons es músico y también psicoterapeuta, por lo que conoce mejor que nadie los vericuetos del poder curativo de las canciones, que como sabemos todos los que las utilizamos como terapia, tienen magia encerrada. Además de combinar de la mejor manera posible lo acústico y lo electrónico, tener una voz repleta de ternura y alguna reminiscencia que otra al propio Damien Rice, William confecciona sus trabajos de una forma conceptual muy interesante, siempre con su vida o con algún elemento inextirpable a su existencia como telón de fondo: pues sus discos plasman traumas familiares, la vida de algún pariente, desencuentros cotidianos o acontecimientos personales que han sido esenciales. Con la publicación de su último EP, una colección de seis temas que aparece bajo el título de Charleroi, se completa la segunda entrega de su álbum Pittsburgh, que apareció el pasado año. Aprovechemos, ya que el calor parece que no va a dar tregua, para disfrutar de un concierto de invierno en pleno verano. // By Javier Muñoz
//fotografía de Erin Brown
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