La obra de Coté Escrivá es un «me suena» constante ya que juega con una tradición bien instaurada entre nosotros. En su caso, la tradición adopta la forma de dibujos animados de (muy) vieja escuela, un cartoon que Coté Escrivá subvierte hasta convertirlo en un producto moderno y atractivo. Cuando consumimos las obras de Coté Escrivá, también devoramos a esa tradición, al Mickey Mouse que meneaba el culo a ritmo de silbidos en sus primeros cortos y a todos los discursos sociales, económicos e incluso religiosos que lo han erigido icono moderno. Un procedimiento que Coté ha repetido con otros personajes y del que ha nacido un imaginario al que se suma el popular Bearbrick de los japoneses Medicom. Este úrsido, ya reinterpretado por una infinidad de creadores, es el protagonista de Bears and bones, la muestra que inaugura Hell Gallery este jueves. En ella, Coté Escrivá lo vuelve a hacer: pasa el filtro de su imaginario sobre un nuevo icono, uno al que ya empiezan a adherirse nuevos discursos y nuevas ideologías que bien merecen una revisión, una descontextualización y, en definitiva, un juicio.
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