Quizá aquí empezó todo. Qué buen comienzo. Bueno, eso pienso, y tal vez no sea solo una de las novelas para iniciarse como lector en mi caso, y este recuerdo sea compartido. Mi familia y otros animales es el típico libro maravilloso para que los jóvenes empiecen a leer, y a ese espíritu de adolescencia me ha hecho viajar esta relectura.
En Mi familia y otros animales, Gerrald Durrell narra -y sobre todo describe- las peripecias de su familia, que en los años 30 se traslada de la lluviosa Inglaterra –antes habían pasado varios años en India- a la isla griega de Corfú para vivir un peculiar largo duelo en común, pues el padre había fallecido. La estancia durará nada menos que cinco años. A ese lustro se retrotrae el autor para escribir la obra veinte años más tarde, en 1956, cuando Gerrald ya es un reputado zoólogo.
Para escribir estas memorias de infancia Gerrald Durrell ensambla una cantidad ingente de divertidas anécdotas que protagonizan su madre –a la que dedica el libro- y sus hermanos: Leslie –aficionado a la caza y la balística-, Margo –que se dedica a tostar su piel al sol- y Larry –ni más ni menos que el autor del Cuarteto de Alejandría, Lawrence Durrell-. Ellos son, junto a toda una comparsa de personajes como Spiro, Teodoro, el cónsul belga de la isla o Kralefsky, la mitad de esta obra coral que se completa con los otros protagonistas: los animales. Porque por ahí desfilan toda una fauna de animales domésticos: insectos, perros, urracas, tortugas, culebras, sapos y un largo etcétera, además de una rica fauna marina mediterránea de una época en la que el turismo era todavía algo exclusivo.
La magia de la historia está en lo fácil que es trasladarse a partir de su lectura a esos lugares que ahora nos parecen más soñados que nunca. Los escenarios son increíbles villas a la orilla del mar, algunas con muebles destartalados y viejos, terrazas y jardines en las que desayunar a diario, escaleras, chimeneas, grandes cocinas donde preparar cantidad de recetas y postres, coches de punto, carruajes que nos llevan de una a otra esquina de la isla, extensiones de campos de cultivo… Lo que más sorprende del libro es que, como en muchas novelas notables, nadie trabaja. Esta atmósfera de vacaciones eternas es el escenario perfecto para que los niños descubran con inocencia los misterios de la vida en el campo, o los que ya somos adultos tengamos la gran oportunidad de evocar las vacaciones, pasadas o futuras. Todo ocio, vamos.
Durrell completa esta historia con otros dos volúmenes que continúan su estancia en Corfú, Bichos y demás parientes y El jardín de los dioses. Y tengo una buena noticia para los que no tienen oportunidad de perderse por sus páginas: la estupenda serie “The Durrells”, de la BBC, que está basada en estos libros. Así que no tienen excusa para trasladarse a esos años previos a la Segunda Guerra Mundial a través de las cuatro temporadas, está disponible en Filmin.
Pasen y vean, pero sobre todo rían y disfruten con esta alocada familia de la que algún rasgo seguro reconocen en sus protagonistas; o en las desternillantes aventuras que viven, haciendo de lo doméstico algo fantástico, de lo rutinario algo sorprendente y de sus experiencias cotidianas grandes lecciones de vida. // By Javier Muñoz
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