Me encantan las teorías de la conspiración, más en tiempo de crisis, cuando todo el mundo puede usarlas para crear una opinión. Es entonces cuando los libres pensadores, nuevos profetas, se deslizan por debajo de las sábanas para predicar, para subir canales de Youtube con sus enseñanzas, con Lives en Instagram para aleccionarnos, con columnas de opinión tremendas, y que muchas veces nos convencen de sus planes. En esos días, cuando las redes sociales se me venían para arriba con tanta información y flechas lanzadas a todas partes, decidí comenzar a purgar, y poco a poco las caras familiares que llevaban encerradas conmigo durante el Covid-19, comenzaron a desaparecer de mis redes sociales bajo el impulso frenético de mi dedo índice. Y entonces, apuntando hacia el frente, vi que mis zapatillas deportivas, aunque viejas, estaban mas limpias, y me prometí que de este confinamiento saldría una buena cosa, un desgaste por uso de mis zapatos limpios.
Entonces, como un profeta que se levanta por la mañana, yo mismo inicié mi propio desconfinamiento. En él, por ejemplo, he dado un abrazo a alguien que no era de mi circulo familiar, ¡por primera vez en dos meses! He caminado por las calles de Barcelona empujando un coche de bebé y persiguiendo a mi otro hijo que corre frenético con su monopatín, incluso en los días de lluvia, haciendo a veces escapadas a satisfacer nuestros placeres más infantiles (léase comer helado, pintar con tizas en el suelo, cantar canciones a todo pulmón en la hora de la siesta…).
Nos hemos bañado de lluvia y de sol, escondido de los vientos que enloquecen y del silencio que genera furia. Nos hemos despertado pensando en la montaña y del olor a ella. Hemos pensado en mi cumpleaños que se aproxima y que cumplirá en su mayor medida las normas de la Fase en cuestión, y nos hemos echado a ver las nubes pasar, pero sin hacerles fotos, que ya están muy vistas por todos.
Y de repente, nos hemos cansado, nos hemos sentado, y he visto que los zapatos de la familia están desgastados de golpe, sucios, rotos; y le he echado la culpa al 5G, a los antivacunas, al gobierno que tiene un plan para incrementar la cantidad de productos químicos que añaden a los cultivos, a la expulsión de inmigrantes con la excusa de saltarse el confinamiento, a la forma desproporcionada como nos han encerrado como si fuera un estado de sitio, y a todas las demás teorías que corren como hormigas por la sociedad actual y en todas las clases sociales, culturales y demográficas.
Pero se asoma el color, se asoma la vida, y se asoma el brillo del azul de nuevo, por el que caminaremos dentro de sus aguas muy pronto, y da igual que nos vuelvan a encerrar, porque ya somos libres, el color se apoderará de nosotros, y da igual las veces que nos encierren: nuestras paredes en casa ya no son blancas, nunca más.
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