Le Cool #confinado# Diario XI

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Le Cool #confinado# Diario XI

11 de junio de 2020 de 00:00 - 30 de octubre de 2024 de 18:35

11 de junio de 2020
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Pensaba que cuando pudiéramos salir de casa y volver a quedar con amigos o familiares, temblaría de impaciencia detrás de la puerta para salir pitando y acumular cervezas en terrazas con amigos, cenas en casas de otros, paseos acompañados y charlas interminables. Pero resulta que cuando llegó el día D, tardé casi una semana en asimilar que podía volver a socializar, dar el paso y salir de mi burbuja. Entonces llegó la primera quedada con amigos desde el confinamiento. En ese momento, uno se siente igual de torpe que cuando dio su primer beso. ¿Puedo abrazaros? ¿Daros dos besos? ¿Os molesta si me quito la mascarilla? Tantas incógnitas que han hecho que nuestros reencuentros hayan sido un poco patosos (además de que algunos parezcamos obsesivos compulsivos de la limpieza al pedir a todos los invitados que se laven las manos antes de dejarles quitarse la chaqueta siquiera).

En la nueva normalidad, no solo han desaparecido los besos en la mejilla, sino también los planes a más de un mes vista. Nadie pregunta qué vas a hacer para las vacaciones, porque nuestro horizonte de planificación ha cambiado drásticamente de escala; ahora nuestros planes a largo plazo son para la verbena de Sant Joan (aunque tampoco se habla mucho del tema, no vaya a ser que nos hagamos ilusiones para nada). Vivimos al día, modo carpe diem activado. Pero de repente, mi móvil vibra y recibo de una amiga la foto del Fórum desierto. Viernes 5 de junio… Y me envuelve una ola de nostalgia festivalera desde el sofá de casa. ¡Ay, cuántos planes tendremos para 2021!

Pero el cuerpo y la mente se adaptaron a este frenazo que pegamos todos a mediados de marzo, y lo hicieron de manera asombrosa. Ya no nos preocupa tanto no hacer planes para el fin de semana, nos hemos acostumbrado al cocooning y como mucho a quedar para un vermut con amigos (en casa) o para una cena (en casa) y a horarios nórdicos, para que los invitados puedan volver tranquilamente a sus casas respectivas antes de las 23h. Pasamos menos tiempo en páginas de eventos culturales y más tiempo en páginas de decoración de interior para convertir nuestro hogar en nuestra fortaleza. Anuncian lluvia estos días: qué oportuno, así no nos sentiremos tan culpables de no querer salir de casa, o al menos no con tanta ansiedad como antes.

Adaptarnos para sobrevivir, como cobayas del darwinismo social. Por eso últimamente llego a casa y apenas me doy cuenta de que aún llevo puesta la mascarilla. Ya no me imagino volver a trabajar en la oficina cinco días a la semana, con las retenciones correspondientes a hora punta, el open space y las salas de reuniones. Pienso en las vacaciones de manera diferente, ya no es cuestión de cruzar algún océano sino de conseguir pasar tiempo con la familia. ¿Pero dónde está la frontera entre la adaptación y la pasividad? A veces, el Covid me ha hecho sentir igual de maleable que la plastilina. Por suerte, algunas cosas no cambian: hoy miro el skyline de Barcelona, con más esperanza que miedo. Las torres del puerto olímpico se mantienen igual de rectas que antes en el horizonte, como un punto de referencia que me permite mantener el equilibrio y no marearme demasiado en esta nueva (a)normalidad.

Skyline 2

Por: Astrid Jacomme

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