La cabeza a pájaros
Marta Fernández-Muro, más conocida por su faceta de actriz pero también escritora, ha sido la elegida para publicar la primera novela de la editorial Niños gratis. Acostumbrados como nos tienen a sus fabulosos y livianos asteriscos, que condensan historias de pasiones y emociones con consignas tipo Salvemos la Jarapa o Vivan los hombres cabales, viajes en el tiempo, como ocurre en Calypso; o investigaciones de otros espacios y otros cuerpos, como es el caso de Transirak; en este caso, La cabeza a pájaros llega para hablarnos de las generaciones con una línea editorial igual de cuidada y primorosa ¡pero se extiende hasta el maravilloso número de 339 páginas!
La cabeza a pájaros, el libro de Marta -perdonen la familiaridad-, destaca por un muy marcado carácter intergeneracional. A través de la voz de la propia narradora, descubrimos los secretos y detalles que trazaron la historia de los bisabuelos –y sus hermanos-, los abuelos –y sus parientes-, las madres, los padres, las tías y los tíos… hasta llegar al nivel propio, al de uno mismo, al que más interesa porque es en el que todos destacamos, pues somos nosotros los protagonistas de nuestra propia historia y es así como tomamos la referencia de nuestra persona -y no de otra, pues si no seríamos otra- y con nuestra cabeza y nuestras fabulaciones por delante nos situamos en el centro del absurdo cosmos. A nuestro mismo nivel nos rodean hermanos, primos y demás familia. Familia porque aquí se habla de lo doméstico de las casas de puertas para dentro, de las costumbres, de los cambios de estaciones a lo largo de los años, los veraneos, los viajes y todas esas historias que nos contaban… Todo ello visto por el prisma de los Romero Alonso, los de la Perfumería inglesa de la Carrera de San Jerónimo.
Y calle a calle, por el Madrid del tiempo, llegamos a otro personaje clave de la novela: la ciudad. Una ciudad herida, apuntalada, amortajada, moribunda como tantas veces lo estuvo. Un Madrid que sin embargo resiste en la sombra, como en el 2 de mayo, como en la Guerra Civil o en la dictadura, como siempre. Un Madrid que es, como en las historias de Galdós, el mapa por el que se mueven los personajes de esta historia que se encuentra a la altura de la trilogía de Corfú de Gerald Durrell.
Y de Madrid de nuevo a Marta, porque sigue siendo ella la protagonista de esta novela repleta de anécdotas que bien podrían ser el tema central de una canción de las Vainica doble, una escena del Arrebato de Iván Zulueta o un festival de fin de curso en un colegio de monjas, porque es la tradición la que nos lleva del patio del colegio a las meriendas en casa de las amigas para celebrar un cumpleaños con mayores delante, a la consulta de un médico privado que nos pone una inyección, al Retiro en un otoño demasiado frío o al pánico al contagio, con necesidad de lavarnos las manos cada vez que entramos por la puerta o de guardar cama para no coger un resfriado si al día siguiente tenemos un bautizo o una boda.
La cabeza a pájaros es también un recorrido por nuestra memoria, nuestro legado, nuestros antepasados y sus vidas, con todo lo que condicionaron nuestra existencia, pues de todos ellos tendremos algún signo, tal vez evidente, físico, o quizá emocional, marcado por nuestro estado de ánimo, la mala leche o la simpatía, según nos pillen. Y por eso es una historia universal, porque reconocernos en la voz de su autora en las líneas del libro no solamente nos acerca a ella y a su árbol genealógico, sino que además nos lleva a recordar esas vidas de nuestros antepasados, la historia de cómo llegamos a ser un día lo que somos a través de las generaciones. // By Javier Muñoz
