Txemy Basualto es de Tenerife, pero desde hace una década vive en Barcelona. Aquí fue donde empezó a hacer lo que más le gusta: pintar. Su obra -una mezcla alucinante de movimientos y colores- hoy se pasea por los muros y las galerías de ciudades como París, Nueva York, Londres, Munich, Viena, Lisboa y Miami. Txemy también organiza La Canariada, expo colectiva de artistas isleños, está metido en el mundo de la moda y hasta sale en un videoclip de Catey Shaw. No para, este chico. Le hemos entrevistado, como no, mientras trabajaba y justo antes de que zarpara a Zaragoza para el Festival Asalto. Con la palabra, Txemy.
Barcelona ha sido una de las capitales mundiales del arte urbano, pero en los últimos años el Ayuntamiento está obsesionado por limpiar los muros de la ciudad. ¿Cómo está el tema hoy? ¿Han borrado alguna pieza tuya?
Lo que era literalmente Barcelona… desapareció. Salir a la calle con tus botes y pintar, libremente desarrollar, eso desapareció. Pero la escena está cambiando un poco ahora. No ha cambiado todavía como debería, pero por lo menos empieza a haber cositas. El invierno pasado pinté con Max Rippon (neoyorquino que también reside en Barcelona) para el Ús y nuestras piezas son las únicas que se conservan todavía. Fue un currazo, pero ahí siguen, perduran, la gente las sigue viendo y disfrutando de lo que es el graffiti.
¿Tú te consideras pintor más que graffitero, no?
Sí, por el hecho de respetar lo que es la palabra graffiti. A mí me gusta mucho revisar el graffiti, pintar en la calle, hacer murales, pero también me gusta estar tranquilo en mi estudio, ser feliz disfrutando de mi espacio, que es otra sensación. Yo respeto el graffiti, pero no puedo decir que soy graffitero. Graffitero es el que está en la calle, pintando y bombardeando. Es cierto que mi herramienta es el spray, pero eso no quiere decir que sea graffitero. Así que, si me preguntan, yo soy pintor.
¿Y qué pintores te influyen?
De los clásicos Goya y Velázquez son mis principales influencias. De los contemporáneos, Jackson Pollock, con su movimiento, ha sido un gran referente. Quería conseguir eso: ya que estoy pintando, voy a pasármelo bien. El inicio de mi carrera creativa fue de diseñador, pasé muchas horas sentado, y esto de estar sentado tranquilito no me gusta. Me gusta moverme, me gusta mancharme.
¿Cómo crees que te influyen tus orígenes isleños? ¿Echas de menos la isla?
Extraño muchísimo. El calor, la luz, el color… creo que a todos los isleños de alguna manera nos influye el hecho del clima y de cómo se ve en Canarias. Hay un punto cálido en todo, creo.
¿Cómo empezaste con la pintura?
Yo me enamoré de la pintura desde muy niño. Mi padre tenía una taller de serigrafía y mi madre era patronista, trabajó siempre con el mundo de la moda, con diseñadores. A los 13 años, empecé a estudiar Historia del Arte. Después vine a Barcelona a terminar mi carrera y me especialicé como diseñador. Pero la pintura me seguía tirando. En realidad, me vine a Barcelona por el mundo del graffiti que había. Vine a ver artistas que hoy son mis amigos. Los veía por la calle -Andrea Btoy, Ilia, Kenor, que eran Los Martínez- y flipaba con eso. Hasta que empecé a trabajar de diseñador. Había terminado la universidad y estaba súper cansado, quería irme a casa a pintar y no podía. Un día decidí: llegó el momento, es ahora o nunca. Y poquito a poco dejé de diseñar para dedicarme a pintar.
Valió la pena.
Sí, sí. Hay que arriesgarse. Y yo lo que quería era pintar. Me gusta pintar.
¿Y cómo trabajas? ¿Tienes algún método?
Puede variar mucho. El verano pasado tuve una lesión y me prohibieron pintar durante dos meses. De tanto pintar, y como mi proceso es tan agresivo, me lesioné el brazo. Entonces tuve que hacerlo de otra manera. Seguía pintando, seguía moviéndome, pero con más armonía que agresividad. Fue como una búsqueda: quiero seguir pintando, pero no puedo ser tan agresivo. ¿Qué hago para seguir siendo fiel a mi concepto? Pero también necesitaba descansar a nivel temático, porque mis temáticas, aunque no lo parezca, son un poco duras. Así fue cómo nació “Espectro“. Cuando pintaba un muro ponía papeles debajo y luego recogía todo lo que se caía al suelo, que era como una lluvia de color.
Picasso decía que aprender a pintar como los niños le llevó toda la vida. ¿Qué piensas? ¿Pintar es un juego para ti?
A veces pintar puede ser un juego, porque te lo pasas bien. Pero cuando piensas: quiero ser profesional, quiero seguir creciendo y aportar algo, entonces ya no es un juego de niños. Por ejemplo, mi última pieza, que presenté en La Canariada -“Quemada con ácido, Lupita Nyong’o“- es una crítica a los ataques con ácido que sufren las mujeres en Colombia y en India. Me pasé 15 minutos viendo imágenes y leyendo artículos sobre eso y me destruyó. Es algo terrible, ¡y a los agresores no les pasa nada! ¿Qué pasaría si hicieran lo mismo con un icono de la belleza, alguien que ganó un Oscar? Seguro que pasaría algo a la persona que lo hizo. Pero con gente pobre, no pasa nada. Sale en el telediario, pero ahí se queda. Así que yo he decidido que no sólo voy a pasármelo bien, sino que quiero aportar algo.
¿Nos cuentas un sueño?
El de ayer no mola, soñé que me daban un paliza (risas). Mi sueño en la vida es poder seguir viviendo de pintar.
¿Y un secreto?
No se me ocurre ninguno… no suelo tener secretos, la verdad.
Entrevista por Daniela Santi