Si eres un habitual de la poesía local seguro que lo conoces. Poetry Slam, Periferic Poetry, 6 en Raya… Dante Alarido no pierde ocasión de expresarse a viva voz. Y además, lo hace bien, realmente bien (que no es fácil). Combina su faceta artística con su profesión docente en el Col·legi San Pedro de Gavà, conocido recientemente por llevar a las aulas la Escola de Rock y, más recientemente, el Poem Lab. Es, en definitiva, alguien a quien merece la pena conocer.
¿Qué es eso de ser poeta?
Eso de ser poeta es una palabra como cualquier otra. No significa algo en concreto. Escribo unas cosas, que son una especie de revisión de mi realidad puesta en palabras, y ya está. Ojalá fuese como ser estrella del rock o algo así. Como el que se dedica a la taxidermia, yo escribo cosas.
¿Y qué pasa con la clásica fama del poeta?
Eso es una farsa, eso no existe. ¡Eso es una gilipollez supina! Aquí lo que cuenta es leer mucho y disfrutar de la vida. Ese es el sustrato de la poesía: la propia literatura y la vida. No hay más.
¿Qué hay de la inspiración?
Es otro mito. La cosa es más bien trabajo, es mantenerte en una actitud sensible a la hora de montarte en el metro, de comprar el pan, y tú mismo te orientas a acabar regurgitando tu día a día, tus fenómenos psicoemocionales, en forma de literatura.
¿Crees que la poesía está por todas partes o es un género literario?
Para mí no tiene sentido en el año 2014 hablar de género literario, ni siquiera hablar de género. Es como los géneros musicales, que se están quedando obsoletos. Pues igual en la literatura. La caca de uno es caca, independientemente de si come estofado o lentejas. El metabolismo interno confluye en esa poesía, pero el input puede no ser literatura.
¿Escribes de forma automática y visceral o es un ejercicio más elaborado?
No, que va, eso del relámpago de la inspiración no suele suceder. Quizá en uno de cada 40 poemas te sientas y vomitas 170 palabras de golpe, y ahí quedan. Al día siguiente las miras y piensas “esto es una mierda”, y quedan 20. Y al día siguiente vuelven a ser una mierda, y quedan 12. Ahí empieza el proceso de escribir.
Tienes formación científica y, de hecho, eres profesor de mates. ¿Tiene algo de científico la poesía?
Puedes analizarlo desde un punto de vista más sistemático, pero al final lo que nos permite etiquetar algo con la categoría de científico es que parta de un método, y aplicar el método científico a la poesía no da de sí. No hay nada falsable ni hipotetizable. No va por ahí.
¿Escribes para ser leído o para ser recitado?
Últimamente me he impuesto como criterio de calidad que si se aguanta en el papel aguantará el recitado. Empiezo a pensar mucho en el papel. Cuando uno lo interpreta sale cojonudo, o no, pero se solapa con su objetivo. Cuando lo lee otro esta sincronía mengua, y cuando se lee sobre el papel no queda ningún artilugio discursivo: sólo está el que lee y el propio texto. Y si el texto ha podido encerrar una pequeña parte de a lo que aspira uno, eso es una bendición.
¿Ensayas frente al espejo?
No necesariamente. En la ducha, en el pasillo, mientras cocino…
Pobres compañeros de piso…
¡Me odian! Aprovecho cuando salen para repasar algunos. Me pego un griterío… Los vecinos sí que tienen que sufrirlo.
¿Es tan importante la musicalidad?
Lo importante es la emotividad. Si tú sacudes, si cambias durante unos segundos a quien te está oyendo, has logrado el objetivo. La musicalidad es un medio al servicio de eso. Y nada debe primar por encima de ello.
¿Cuidas la voz, como hacen los cantantes?
Tengo un problema: me dedico a la docencia y no hago más que gritar todo el día. Tuve que buscarme una profesora de canto para que me enseñara a reprender a los chavales sin forzar la voz.
Te has dado a conocer sobre todo a través del Poetry Slam. ¿Está creando algún tipo de movimiento poético?
Más bien está dándole voz. Es un movimiento de transgénesis, eso que decíamos de la prostitución del género. Por eso su normativa es tan básica: tres minutos, una persona y su voz. Nada más: sin bases, instrumentos ni atrezzo. Esa parte de descarnado para mí tiene mucho atractivo. Eso y la interacción con el público: no son meros espectadores, son jurado.
¿Hay un intento de hacer de la poesía algo un poco más cool?
Personalmente, como educador, mi idea es conseguir que la cultura devenga un factor de éxito sexual. Daddy Yankee mola porque en sus videoclips tiene chavalotas y coches guays. Los jóvenes están fuertemente movidos por esta superioridad sexual, que es lo que hace guay, en definitiva. Al final, uno es retrocool o moderno o lo que sea para vehicular el ligue. Entonces, si el Slam consigue que la palabra, que la cultura, sea un factor de popularidad, eso es un éxito súper potente. Porque hasta ahora, por el formato en que nos la han enseñado, es una mierda.
Ha llegado el momento: ¿nos cuentas un sueño?
Sigo con mi propaganda educativa: que los maestros entiendan que es hora de enseñar, que ya no vale seguir con lo que hemos estado haciendo con la juventud, y que si tenemos lo que tenemos es porque lo hemos engendrado nosotros.
¿Y un secreto?
Con diez años me vi obligado a comerme un pez de colores. Mi tía siempre nos regalaba juegos de Barcanova, y aquel año cayó un microscopio. Aparte, a mi hermano le regalaron unos peces de colores. Yo estaba obsesionado con verles las branquias y… la cosa se complicó. Cuando oí que mi madre iba a aparecer yo estaba con el microscopio, medio pez en una mano, medio pez en la otra, y sin saber dónde esconderlo. La solución fue crítica.