Soy una cantante, compositora y productora de Barcelona. Soy una apasionada de mi trabajo (la música) y de los animales. Soy fan absoluta de Jill Scott y Erykah Badu y adicta al chocolate y al mar. ¡Tengo fobia a las arañas y al aburrimiento! Actualmente estoy totalmente volcada en mi proyecto LEILA con mi segundo disco Black Roses, que podéis escuchar en www.leilasound.com.
¿Con qué tres adjetivos definirías tu música?
Alma, groove y verdad.
¿Qué historia hay detrás de Black Roses?
‘Black Roses’ es mi segundo disco y, por una parte, ha sido la evolución natural del primer disco ‘Influences’. Es una mezcla de R&B, soul, gospel y hip hop, toda la música que escucho y me mueve. Es un disco donde el groove es el hilo conductor junto a unas letras totalmente autobiográficas. Siempre escribo sobre las emociones que conozco en profundidad, aquellas cuya intensidad me sobrepasa, tanto positivas como negativas. Black Roses es un pedazo de lo que soy y siento, la canción que da nombre al disco, el tattoo que llevo en mi brazo derecho y un tributo.
Aunque tu música tiene un estilo muy marcado, tu look es muy camaleónico. ¿Qué quieres expresar a través de él?
En realidad esta necesidad de cambio está presente en casi todos los ámbitos de mi vida. Cada dos por tres cambio los muebles de sitio, me cambio el color del pelo… No suelo seguir ninguna rutina. El cambio no es una necesidad de expresión sino una manera de ser.
¿Con quién te gustaría colaborar?
¡Me gustaría colaborar con tantísima gente! Me encantaría grabar algún día con gente a la que admiro e inspira mi música. Por ejemplo, me encantaría colaborar con José James y Sandra Nkaké.
Cuéntanos un sueño.
Mi sueño sería vivir en una casa en la montaña rodeada de perros, con un estudio de grabación integrado y tener la posibilidad de componer y grabar en casa la mitad del año y la otra mitad dedicarme a tocar por el mundo. No es mal plan ¿no? Bueno, comer sin engordar también sería un sueño.
¿Y un secreto?
¡Los pocos que tengo son absolutamente inconfesables!
//Entrevista por Irene de Mas.
