No recuerdo dónde lo escuché por primera vez. Quizá lo dijera algún amigo, algún “más que amigo”, alguien de la familia o incluso un protagonista desconocido que gesticulaba exageradamente mientras sus labios se clavaban sobre los ojos de los espectadores en sombra. No recuerdo quién; pero alguien tuvo que decirlo. Y aún cuando no me atrevo a dar el paso, el aroma a café mañanero y los nervios del primer beso rompen mi cascarón en mil y me recuerdan aquellas palabras, dignas de un epitafio, de una dedicatoria colada en el proscenio de un anfiteatro. Quienquiera que sea, dijo una vez: “Imagina todo lo que podrías hacer si no tuvieses miedo”. Ojalá pudiese tomármelo al pie de la letra, pero soy un pelín cobardica, por eso me dedico a ir por la vida buscando a gente sin miedo. Y así fue como mi radar atinó con María Albertí de Juan: antes redactora creativa, actualmente dueña de su mundo a tiempo completo.
La trayectoria de María comienza (nunca mejor dicho) desde el principio: la niñez, las primeras emociones, los planos detalle encuadrados en la mente de cosas que, curiosamente, nos llaman la atención y no sabemos porqué. Así creció, rodeada de influencias, ligada a la moda y a la decoración mientras pasaba los ratos fascinada observando a las modistas del taller de costura de sus abuelos, dueños de una tienda de moda en pleno Barrio de Salamanca, de las primeras en importar marcas internacionales destacadas como la italiana Missoni. Leía el Vogue de la época con Christy Turlington y Linda Evangelista y, aunque no lo haya confesado aún, seguro que tenía los armarios de su habitación repletos de recortes y fotografías en blanco y negro. Formándose entre sueños y jugando con la imaginación para construir un alter ego, esa niña creció, ya no está. Pero todos los recuerdos, olores, texturas e ilusiones que coleccionó, siguieron en el mismo sitio dónde ella los había dejado; guardados bajo llave, protegidos de las agresiones, de la gente malhumorada, de los conformistas y cómodos. De los cínicos, de los frustrados. De los “Es muy difícil, yo que tú no me arriesgaría”. Un día toda esta anti-materia creativa habló, y lo hizo en forma de conciencia. Fue entonces cuando surgió MaryMood, su marca más personal, caracterizada por una elaboración cautelosa, clasista y rompedora que defiende el consumo responsable basándose en la sostenibilidad y calidad de sus prendas. Piezas únicas y emblemáticas, camisas fabricadas con el mejor algodón del mundo (Giza 87) que son estampadas una a una de forma ecológica en el taller de la mismísima María Albertí de Juan.
¿Eligió ella las camisas o las camisas la eligieron a ella? Difícil. Sobre esto solo podríamos decir que las camisas son la prenda que define si una persona tiene o no clase. Es un icono que ha logrado trascender a lo largo de los años y ha tenido su pico de apogeo en todas las décadas, resaltando diferentes facetas de una persona dependiendo de la elegancia y soltura con la que se lleve, o circunstancia en la que se luzca. Solo hace falta mencionar a personalidades como Alexa Chung, Susan Sarandon o la eterna Greta Garbo para imaginárnoslas con esta prenda y que se nos caiga la baba. Nadie puede resistirse a ellas. Abarca extremos, otorgando un look de Tomboy sexy. Propias de mujeres que caminan sobre el agua, las camisas son como el pelo corto: no todo el mundo sabe llevarlas, pero cuando alguien las hace suyas, que tiemble el planeta Tierra, porque tiene sobre su torso un arma poderosa.
Sigo sin recordar quien dijo la frase que he citado al principio, pero me viene a la mente una semejante: “Hay que tener siempre, más ganas que miedo.” dice la diseñadora. ¿Veis? Hay poca gente valiente. Y esa gente no lleva un cartel al dorso que las describa como tal. Qué va. La gente valiente es valiente toda la vida, porque lo lleva dentro, porque no es un adjetivo, es una elección. Elección que cuesta hacer, pero al fin y al cabo, elección. Y así algunos nacen para ayudar, algunos se expresan con música, algunos protegen, algunos viajan, algunos escuchan, algunos entienden… y otros tejen sueños con forma de camisa.
¡Feliz semana a todos!