Una de las ventajas de la veteranía, más allá de la evidente experiencia, es la perspectiva, una cualidad a la que le crecen los ángulos a medida que la cultivas. En el caso de Vanessa Alice Bensimon, Miss Van, la veteranía le brinda una panorámica donde confluyen los éxitos pasados y presentes, así como los desafíos futuros. ‘Flor de piel’, la exposición que inaugura en la Galería Víctor Lope, es uno de ellos, la fidelidad a una técnica y unos conceptos que la definen tanto como artista como persona.
‘Flor de piel’ es tu primer solo show en Barcelona tras años, ¿cómo lo vives?
Es cierto, hacía muchos años que no presentaba mis obras en Barcelona. Mi último solo show fue en Iguapop Gallery y, desde entonces, mi actividad en Barcelona se ha limitado a exposiciones colectivas, así que me hace mucha ilusión volver a exponer en la ciudad donde vivo y trabajo desde hace 14 años. ‘Flor de piel’ no solo es una exposición individual, también es la oportunidad de mostrar a la gente que me sigue mis obras más recientes. Es una inauguración muy personal, más que en otras ciudades.
¿En qué va a consistir ‘Flor de piel’? ¿Qué encontraremos?
En ‘Flor de piel’ se incluyen alrededor de 30 obras en diferentes formatos y técnicas. Por primera vez, empleo óleo, una experiencia que me ha encantado, en especial sobre madera. Es cierto que es un proceso más lento de lo que estoy acostumbrada, pero añade un elemento de experimentación que me apetecía incluir en mis obras.
‘Flor de piel’ también es una continuación de las inquietudes que han definido mi trabajo. Una evolución sutil y natural en torno a la femineidad, la sensualidad y el erotismo. Es un trabajo íntimo, pensado para dotar a la obra de una sensibilidad especial. La femineidad puede resultar un tanto monotemática, por eso he evolucionado el tema sutilmente, le he añadido nuevos niveles de lectura que nada tienen que ver con las obras que pinté hace diez años. El cambio es una necesidad, no quiero aburrirme.
Y el arte urbano, ¿qué lugar ocupa actualmente en tu vida?
Sigo muy vinculada con el arte urbano. Justamente, en 2015 volví al mural tras un parón de varios años, aunque en todo momento supe que regresaría. Eso sí, la escena ha cambiado mucho, para bien, naturalmente; ahora, todo es más organizado, los murales se planifican con antelación y, aunque aún se organizan intervenciones pequeñas, rápidas, pensadas para resolverlas en un fin de semana, ahora imperan los trabajos en grandes estructuras y edificios. Por un lado, pierde la inmediatez del mural clásico, por otra, permite hacer algo más grande y elaborado.
¿Te costó adaptarte a esos cambios?
Tuve una fase de adaptación porque había acostumbrado mi técnica al taller, pero tampoco quería renunciar a ese aprendizaje y me esforcé por adaptar los elementos pictóricos al nuevo formato. De ahí que cada mural sea un reto al que le dedico mucho trabajo. También he cambiado de ritmo, acepto menos encargos. Quizá sea la edad o la necesidad de que cada proyecto sea distinto.
Aprovechando que lo mencionas, ¿qué papel juega la edad y una trayectoria tan amplia como la tuya?
Cada edad tiene unos retos y unas prioridades distintas, de ahí que no me obsesione con la evolución de mi trabajo. Quiero mantenerme así, escogiendo cuidadosamente los proyectos en los que quiero participar e intercalándolos con viajes en los que siga aprendiendo. Mantengo la ambición, pero estoy más tranquila. Agradezco que aún me inviten a pintar murales, pero eso podría acabar pronto. Hay mucha gente joven detrás, no quiero convertirlo en una competición, prefiero contar con la madurez suficiente para que el trabajo sea más profundo y consecuente.
Podría decirse que más de 25 años de carrera te vuelven una institución dentro del arte urbano, una artista que incluso ha creado escuela y a la que incluso le han salido imitadores.
Las imitaciones me dan igual. La sensibilidad que aparece en mis obras no es algo que se pueda copiar, es un trabajo a otro nivel, emocional, ante todo. Quizá puedan coger detalles estéticos, técnicos, pero nunca saldrá de ellos una sensibilidad idéntica. Tampoco la experiencia, el tiempo determinará cómo estarán esos artistas de moda en diez o veinte años. Es difícil mantener el mismo estilo tanto tiempo, es un trabajo de fondo.
Como pionera del arte urbano, actualmente, ¿cómo juzgas la presencia de la mujer dentro del sector?
Hay muchas más mujeres que pintan desde entonces y, como en todo, las hay buenas y menos buenas. Para estas últimas, el arte urbano es más una moda, por eso pienso que, con este tema, no tendríamos que ser flexibles y hacer divisiones entre hombres y mujeres. Todos tenemos que ser tratados por igual y que se nos juzgue por el trabajo que hacemos.
Hablando de esos juicios, mucha gente insiste que tus Poupees son un reflejo artístico de tu persona, ¿qué tiene de cierto?
Es algo que va más allá de lo evidente, algo interior, y las Poupees siempre lo tendrán. De otro modo, pintarlas no tendría sentido. Las protagonistas de mis obras son un resultado de mi ilusión y de una hipersensibilidad que resulta buena para la pintura pero que no siempre es útil en tu día a día. Son la forma que adoptan tus virtudes y defectos, el vehículo para que salgan al exterior.
//fotografía: Julie Morize