“El tema (a la vez metafísico y policial, a la vez psicológico y alegórico) es la investigación del alma secreta de un hombre, a través de las obras que ha construido, de las palabras que ha pronunciado, de los muchos destinos que ha roto.”
La cita pertenece a la crítica que Borges escribió sobre Ciudadano Kane, pero bien podría dirigirse a Fred Cabeza de Vaca, la última novela de Vicente Luis Mora. Se trata de una colección de materiales para la biografía del artista conceptual del título, que incluye fragmentos de un diario, del proyecto para unas memorias, entrevistas y todo tipo de textos en los que el personaje y sus coetáneos dan cuenta de una personalidad tan magnética como repulsiva (¿filósofo devenido artista, o zombi vuelto vividor?, ¿genio incomprendido, o demasiado comprendido?).
Así, Mora consigue que la disposición estética fragmentaria no quede como un simple capricho posmoderno, sino que la polifonía se erige como el único eje narrativo veraz para su propósito, al mismo tiempo que cuestiona no solo la “falacia biográfica”, sino la misma posibilidad de una biografía cabal (dado lo inaprensible que es esa sopa de sinapsis, traumas, actos fallidos, placeres y dolores que es cualquier ser humano).
A lo largo de la novela, audazmente ambientada antes y después de 2017 (diagnóstico y pronóstico, utilizando el presente como centro de operaciones), y mediante las reflexiones del personaje y la écfrasis de sus obras, el lector tendrá la oportunidad de cavilar sobre el más variado número de temas, entre los que se encuentran: la prostitución del arte (a la luz de la contradicción entre la concepción kantiana del “objeto desinteresado” y una realidad en la que se encuentra completamente sojuzgado por el mercado); el divorcio entre obra y autoría (principalmente en el affaire On Kawara); la concepción también capitalista-productiva del sexo (a través de las múltiples amantes de Fred, numeradas como piezas de una exposición); el agujero negro de la fama (que atrae con la misma celeridad con que aniquila); la condición espectacular de la política y el terrorismo, e incluso de la enfermedad y la muerte.
¿Acertó de pleno Fred Cabeza de Vaca, o fracasó sin remedio? ¿Se tomó demasiado en serio la máxima nietzscheana de “hacer de la propia vida una obra de arte”? Y, sobre todo, ¿era visible la etiqueta de su precio?
Les dejamos a ustedes las conclusiones. Solo apuntaremos que uno asiste a este artefacto con la sensación de que palabras, conceptos y objetos han acudido a él para montar una orgía.