Aunque solo tiene un par de semanas, el nuevo Rabbit’s Bar sabe a restaurante que lleva toda una vida abierto. Aquí todo busca la solera: camareros de la vieja escuela en camisa y pantalón cantan una carta que toca muy bien los clásicos, y que se complementa con tapas de marisco expuesto en la barra. Mucho mármol, cocina abierta y una barra larga con taburetes altos sirve como declaración de intenciones que el Rabbit quiere convertirse rápidamente en todo un clásico. De la cocina destacan una ensaladilla rusa canónica, unos callos bien picantes, una tortilla jugosa de butifarra d’ou y Santa Pau, o las patatas con huevo frito y aceite de ajos confitados. Guisos y platos de toda la vida que siguen teniendo más relevancia que nunca. Puede que se cruce en tu comida una tapa de gambas de Palamós, unas cigalas o un platito de navajas a la plancha. Fuera de carta se esconden guisos y tapas que cambian cada día, no te olvides de preguntar.
El Rabbit’s comparte gerencia con el Café de París, institución del Turó Park, y le complementa como hermano menor, desenfadado en el que tomar algo al vuelo de manera más informal. Gente guapa, buen servicio y cañas bien tiradas hacen del Rabbit’s Bar una de las aperturas en la Zona Alta más interesantes de la temporada.
