1. Porque Josef von Sternberg es, con esta película, el culpable del mito llamado Marlene Dietrich, supernova que aquí ofrece sus primeros brillos en el papel de Lola-Lola (una cabaretera de blancos muslos y de ideas negras). Incluso sus sombras bastarán para deslumbrar al espectador. 2. Porque su protagonista masculino, Emil Jannings, no es menos grande: su experiencia en caídas al abismo ya se había hecho patente en El último de Murnau y en La última orden, del propio Sternberg, que le valió el primer Oscar concedido por la Academia. 3. Porque puede considerarse El ángel azul como la primera película sonora; si no técnicamente, sí la primera en la que el sonido crea sentido: donde la música no es grasa, sino médula; no comparsa, sino argumento. 4. Porque, del mismo modo, crea un puente entre la narrativa cinematográfica europea y la estadounidense: asimila las enseñanzas de Lang y Murnau y las proyecta hacia el continente americano, donde Sternberg aún rodaría unas cuantas obras maestras. 5. Porque, aunque basada en una inolvidable novela de Heinrich Mann (Profesor Unrat), se atreve incluso a perfeccionarla; el propio Mann, lejos de molestarse por los cambios, afirmó que si a él se le hubiese ocurrido ese final lo hubiese utilizado para su obra.
Y ¿no es impagable el sentimiento de admiración al pensar “por qué no se me habrá ocurrido a mí”?
