Rosario Llamazares, presidenta de la Diputación provincial, es asesinada en el camino que hace todos los lunes desde su domicilio hasta la sede de su partido. Con 52 años se ha convertido en una mujer ambiciosa, muy polémica y acreedora de muchos enemigos que buscan su caída, sobre todo desde que la prensa empieza a airear sus amaños y corruptelas. Se trata de saber ¿cuál de aquéllos será el culpable?
Marta Prieto narra con pericia y en paralelo el día a día de esas mujeres, Rosario Llamazares y Encarna, que se cruzarán en una pasarela de una ciudad de provincias. La autora dibuja con precisión esa violencia tapada que se enriquece cada día hasta reventar, describe la cólera de la agraviada con precisión casi quirúrgica. La presidenta de la Diputación, la Ilustrísima, cuyo hobby era crearse enemigos, no sabía hasta qué punto estaba cargando las balas del revólver que acabaría con su vida. Era una mujer odiada y temida. Polémica, ambiciosa, sin pelos en la lengua, acaparadora de cargos, obsesionada por conocer los secretos de toda la ciudad y perseguida por la prensa, que comenzaba a husmear en sus triquiñuelas.
Es un machopirulo. Te has fijado que se
toca el sobaco y luego se huele los dedos.
Una madre ofendida fue la que apretó el gatillo, para darse el gusto y librarse de una persona indeseable y hacer justicia a su hija. En realidad fue su dedo apretando el gatillo de ese revólver un apéndice interpuesto de una ciudad que deseaba la muerte de esa mujer. Un relato coral, apasionante e irónico que nos habla de corrupción, de poder y de cómo este se acepta, o no, cuando quien lo ostenta es una mujer.
La Ilustrísima es una novela apabullante, descarnada, certera, directa, abrumadora y realista. La trama viene marcada por el asesinato, pero lo que se destaca es en realidad son los excesos del poder y la tiranía de muchos para obtener su propio beneficio. Marta Prieto ha urdido un relato social por momentos cómico, otros brutal, que es también el retrato de una ciudad de provincias en la que parece que nunca pasa nada.
Los odios que se enquistan, se heredan y se multiplican. El caciquismo femenino que en nada difiere del masculino. Mi recuerdos se fijan en Puerto Hurraco, allí también los hermanos Izquierdo hicieron de las suyas.