Tum tum, tum tum, tum tum. Tum tum, tum tum, tum tum. TUM TUM, TUM TUM, TUM TUM. La banda sonora de Tiburón cuenta con los compases más angustiosos de la historia del cine. Forman ya parte del inconsciente colectivo, irremediablemente asociados a la imagen del tiburón (juega con tu hermana pequeña imitando al gran cazador en una playa cualquiera sin tararear a John Williams; es imposible). Todo porque el joven Spielberg acertó de pleno en el año 75, dando forma a ese pequeño y apacible pueblo de la costa de Nueva Inglaterra asediado por el terrorífico escualo. Con talento narrativo y osadía cinematográfica, el director nos mantiene en vilo durante 124 minutos, sin saber cuándo aparecerá de nuevo la aleta dorsal; manejando a los espectadores como Bruce -nombre que dieron al ingenio mecánico que daba vida al gran tiburón blanco- a los apacibles bañistas, a su antojo.
Todavía estás a tiempo de sufrir auténtico miedo al agua gracias a esta proyección en los cines Phenomena.
