After Life 2
Tengo que reconocer que, al leer que Ricky Gervais se había lanzado a escribir una segunda temporada de After Life, me enfadé un poco. ¿Cómo podía continuar una historia tan redonda? Al llegar los nuevos episodios a Netflix, no sabía muy bien qué me iba a encontrar.
Ricky Gervais, sin embargo, lo tiene muy claro. Ha encontrado un equilibrio en el que todo fluye y continúa narrando el duelo de Tony Johnson por su mujer fallecida sin traicionar la esencia de la serie: ni de los personajes ni de lo que vimos en la primera temporada. Eso sí, hace una pequeña trampa respecto al final de aquella, pero que encaja a la perfección con el proceso tan doloroso que vive el protagonista.
Todo sigue igual en el idílico pueblo -ficticio- de Tambury. Lo que hace avanzar la historia es la transformación de Tony tras abandonar su “superpoder” de ser brutalmente honesto con las personas de su alrededor: ahora, siguiendo los consejos que le dio su pareja cuando estaba ya enferma, intentará ayudar a los que tiene alrededor. Sin abandonar su cinismo y socarronería, tiene que afrontar la crisis del diario local en el que trabaja, acompañar a su cuñado cuando su relación se desmorona o seguir aguantando a su cartero, que encima le pide hacer de celestino y entra por casa cuando quiere, al más puro estilo Kramer en Seinfeld.
La segunda temporada de After Life funciona tan bien como la primera. Sus mejores momentos, cuando es capaz de hacerte pasar de la carcajada a la lágrima sin cambiar ni de escena, siguen siendo memorables. Las conversaciones con su compañera de duelo en el cementerio o las visitas a su padre, en las que comprueba que su amiga cuidadora tiene nuevo pretendiente, dejan un profundo poso. De hecho, pese que hay quienes han descrito esta nueva temporada como un estreno en el peor momento, es todo lo contrario: si estamos en un momento en que reflexionar sobre las cosas importantes de la vida y aprender a valorar lo que dábamos por supuesto, es ahora.
