Boy eating the bird’s food
Bueno, ésta no es una película bonita. Pero, claro: es que el hambre tampoco lo es. Y si de algo trata “Boy eating the bird’s food” es del hambre, del hambre en un país europeo (Grecia), el hambre cebándose con un chico joven, de buen ver y dotado de sensibilidad artística. Es decir: el hambre en un contexto en el que no la solemos ver y que nos toca de cerca, muy de cerca. Se trata de la ópera prima de Ektoras Lygizos, y trata sobre la debacle económica y, en consecuencia, personal de un joven y talentoso contratenor arrastrado por la crisis griega. El protagonista se ve abocado a sobrevivir en un desastrado piso ateniense a base de ahorrar de un modo casi ridículo: cambia la bombilla de lámpara según cambia de habitación, ingiere azúcar blanco a puñados para mantener los niveles de glucosa y hasta comparte con un canario, su único amigo, frutos que recolecta de los árboles. Incluso llega a extremos mucho más impactantes (viewer discretion is advised, ojo). Hambre, locura y desesperación se dan de la mano en una película dura, muy dura, que deja poco espacio para el optimismo y que, sin duda, lega al espectador un poso difícil de borrar.
