Partiendo de su dolencia, la historia de una fístula, el autor empezó a indagar en grandes figuras de la Historia que tuvieron malestares similares hasta que dio con él: Luis Diosdado de Borbón, Luis XIV de Francia. Un hombre al que le afloraban algunas mechas blancas en el escroto, dolor abisal y escozor perineo, un dolor en silencio, total secreto. Los dolores anales son vulgares, no quería que nadie lo asociara a la sodomía o a ese tipo de juegos tan de moda en la corte. Oraciones y agua bendita cada 15 minutos. Corría el año 1686. Sillas-retrete, evacuaciones dolorosas, ¡qué duras eran las horas seguidas a tan altos homenajes culinarios de la corte! La práctica de la hípica le producía a veces un pequeño «culo de gallina» a la entrada de la fístula. Consistía en una especie de dureza o callo que se hinchaba con el pus retenido, lo que no le impidió salir de casa. Pasado un tiempo llegó la operación.
José Ángel Barrueco relata con humor y conocimiento de causa las particularidades de una enfermedad tabú. Culo de gallina es la intrahistoria de un año del rey más poderoso del mundo. Hace unos años le operaron de una fístula. Dos cirugías fueron necesarias para conseguir dejar limpia la zona. El asunto era tan delicado que Barrueco rebuscó, lo habido y por haber, para saber qué era aquel adosado que tenía en la zona trasera.
Me he divertido mucho con este librito que dura un par de cafés. Dicho sea de paso, el que escribe esta reseña también sabe lo que es invitar a un cirujano a sajar tan delicado “green”. En fin, que no paséis por nada parecido, es un horror. Este puñado de páginas es la mejor terapia para olvidarte de cualquier quirófano.