Ocho son los textos, que podrían ser relatos, historias, artefactos ambientados en lugares tan distintos como Praga, La Habana, Valencia, Llodio, Veracruz o Berlín, que componen este astrolabio literario. Todos ellos poseen una serie de elementos comunes que otorgan la unidad al libro Dadas las circunstancias. Las locuaces ideas pasan por ir a La Habana a buscar el chiste que mató a un poeta en el siglo XIX, averiguar qué pasa con Plutón o la búsqueda del esperanto y el erromintxela. Como una psicodelia escrita en un papel, donde a Inclán no le interesa nada el final, lo que le cautiva es lo que provocará el hecho de ir a buscarlo. El intento de transmitir una idea cautivadora del mundo y de los hallazgos con los demás, con sus manías, anhelos y contradicciones. Los personajes son queridos, sientan o piensen de manera diferente a él. Observa, imagina y cuenta. Los datos, las fechas, la documentación, la bibliografía, todo está verificado. Casi todas las historias empiezan con esa motivación investigadora que alertan al lector para embarcarse en ese acierto o fracaso de la propia búsqueda.
Juega a periodista disfrazado de gonzo, antropólogo erudito o cuentista. Inclán es un guisandero de la palabra, un trilero contador de historias fascinantes, que nunca deja ver dónde está la bolita. Relata lo que hay más allá, no le sirve lo que hay a primera vista, busca esos lugares que no son narrados nunca. Una impecable digestión de otro pelotazo de Jekyll & Jill.