Declaración de dependencia es una obra que cautiva, desafía y eleva la conciencia sobre la esencia misma de nuestras relaciones interpersonales. El esperado ensayo de Rebekka de Wit llega a los lectores como un viaje introspectivo que ahonda en las complejas relaciones humanas. Es un ensayo que reivindica la interdependencia como fortaleza, alejando esta noción de los prejuicios que conlleva asociados al fracaso, a lo frágil o a lo indefenso. Rebekka sabe cómo resaltar nuestra imagen del mundo: eso, según ella, crea nuestra imaginación, y no al revés. Aboga por la emancipación de nuestra imagen del mundo, una negociación continua. En esto juegan un papel crucial las historias: los modeladores. De Wit ya nos está haciendo empezar, deconstrucción tras deconstrucción, cada una más divertida que la otra. Pero siempre sabroso y picante, la escritora se muestra ágil a la hora de exponer duras conclusiones sobre nuestra falta de independencia, sin que se vean manchadas de ese tono vulnerable bajo el que intentan engañarnos. Fresco, honesto, valiente, sabio y conmovedor, un libro lleno de pequeñas anécdotas que plantean grandes interrogantes. Preguntas que no tienen respuesta, pero que se reflexionan de manera cautivadora para que los contornos de una respuesta se hagan visibles. Además, Rebekka nos muestra fragmentos de su vida, con su familia y amigos, y diferentes escenarios en los que suceden momentos, en su mayoría cómicos, donde también nos llegamos a preguntar qué habríamos hecho en su lugar.
La obra está repleta de referencias literarias para complementar todas las reflexiones que la autora saca e intenta justificarlas mencionando a hombres y mujeres con ideas parecidas, de ayer y de hoy. En definitiva, Declaración de dependencia viene para quedarse. Una obra para releer de vez en cuando, que hará que te replantees muchas cosas.