Difícil encontrar una carrera más zigzagueante que la de Paul Verhoeven, más irregular: director tanto de El cuarto hombre (1983) como de Showgirls (1995), de las icónicas Desafío total (1990) e Instinto básico (1992) y la horrenda El hombre sin sombra (2000), nunca sabemos qué nos deparará su siguiente obra. ¿Prevalecerá la máquina hollywoodiense -un ritmo sincopado de palomitas estallando-? ¿O lo hará el doble fondo, la introspección psicológica, la demolición de clichés?
Elle se inclina, rotundamente, por la segunda opción. Trata acerca de la ejecutiva de una empresa de videojuegos que sufre una violación por parte de un hombre enmascarado, cuya identidad se propone averiguar. Pero, además del rostro del atacante, ¿qué esconde esa máscara? Esta será la pregunta que palpite durante todo el filme, ya que en Elle nada es como se presenta a simple vista: cada rasgo psicológico es la máscara de otro que no se atreve a manifestarse; cada psicopatía es el reflejo (hereditario o aprendido) de otra, configurando una impresión de determinismo en medio del caos; cada reacción visceral es la forma visible de varios impulsos reprimidos. Por último, esta película, apoyada en todo momento en la actuación glacial y precisa de Isabelle Huppert, sería una comedia negra disfrazada de thriller. Y los espectadores, tras la apariencia de la repulsión, vivirán una catarsis.