Svetlana Alexiévich es de Bielorrusia, un país europeo con dictador (sí, en Europa hay uno así y sin el camuflaje de “monarquía”, es decir, al estilo Bashar al-Ásad). Y cuando ella declara que del mundo ruso respeta su literatura y arte, pero no a Stalin y Putin, me recuerda mucho a un viaje a Europa del Este, donde percibí que la etapa soviética era para esos países algo tan infame como la franquista por acá (aunque habrá quienes la añorarán… igual que acá con el caudillo). Ella ganó el premio Nobel el año pasado, dejándonos a varios con las ganas de conocerla, porque para ese entonces solo existía un libro suyo traducido al castellano, Voces de Chernobyl. Ahora, hay un par más, pero no solo eso, porque gracias al Kosmópolis vendrá a hablarnos de su obra, y cómo su labor periodística trascendió la frontera de lo meramente informativo. Es decir, justamente lo que yo no hago.
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