Mientras en la cartelera la gente se mata y llora a moco tendido, y los documentales son crudos, y las biopics malas, y las fantasías estrambóticas; cuando la sobredosis de focos y efectos parece haber convertido al cine en una urbe excitante, pero un tanto carente de alma, algunas películas son como una pequeña hoguera a la que te acercas para calentar las manos en medio de un bosque inmaculado. Este es el caso de “Ernest & Célestine”, la película más amable que vas a encontrar esta semana en las salas, y la prueba de que la sencillez aún puede operar milagros. La improbable amistad entre un oso hambriento (que no quiere ser notario, sino músico) y una ratoncita huérfana (que no quiere ser dentista, sino dibujante) es el punto de partida de una historia irresistible, de estas que te hacen sonreír a la vez que encantan por su ingenio. Divertida, crítica, imaginativa, llena de poesía y emoción, y muy, muy dulce, “Ernest & Célestine” es un homenaje al universo tierno y modesto de Chaplin, pero, sobre todo, a la creadora de estos entrañables personajes, la genial ilustradora belga Gabrielle Vincent, desaparecida en el año 2000. No os la perdáis por nada en el mundo.
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