Ni “La vida de Adèle”, ni “Gravity” ni hostias: la mejor película del año, señores, es una obra maestra llamada “La gran belleza”. Hablemos en cristiano: lo que hace el italiano Paolo Sorrentino es cine en estado puro; no industrial, ni telenovelesco, ni mucho menos naturalista (esta plaga que viene entorpeciendo al cine más alternativo). Estamos hablando del cine que hacía Kubrick, cine ambicioso, inspirado, trascendental, sobrenatural. De quien comprende el séptimo arte con los huesos. Los primeros minutos de “La gran belleza” son un asombro, un largo preludio que va de la atmósfera más etérea al frenesí más divertido, y luego a la ternura más conmovedora. Un remolino sublime de emociones de donde surge el alma de la película, el irresistible Jep Gambardella. Una vez comienza a hablar, uno se queda atrapado, y lo sigue por los rincones más sagrados y decadentes de Roma solo para escucharlo, con su corazón lleno de nostalgia bajo la máscara burlona del cinismo. La comparación con Fellini y “La dolce vita” es inevitable, pero demasiado fácil; en realidad, cualquier comparación se queda corta, porque “La gran belleza” no se parece a nada, es furiosamente original. Apenas puedo comprender por qué no ha encabezado todas las listas de mejores del año, pero qué alivio saber que existe gente tan desquiciada, sensible y enamorada del cine como para hacer una película tan grande.
Por: danissanti
Precios: De 6€ a 9€
Hora: A consultar
Lugar: Pabellón Mies Van Der Rohe, Avenida Francesc Ferrer i Guàrdia, 7
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