Dicen que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, y aunque en la mayoría de los contextos puede que así sea, en otros, como la Checoslovaquia de los años setenta, las opciones de que tras una película como “La planète sauvage” se esconda un desafío al dominio ruso son tantas y tan sutiles como los planes de rebelión de los Oms, raza en desventaja dentro del ecosistema propuesto por el film. Parábolas políticas al margen, este planeta salvaje es un derroche de imaginación que el tiempo ha convertido en clásico, una de las cintas seleccionadas por la Filmoteca de Catalunya para su ciclo de animación para adultos, aparte de uno de los mejores trabajos de un outsider del género, el francés René Laloux. Le acompaña en el guión y los dibujos el polifacético Roland Topor, que supo aplicar su marca surrealista y simbólica a una producción que, rondando ya los cuarenta años de vida, no ha perdido ni la frescura ni la fuerza de su mensaje original. Una artesanía muy recomendable en estos tiempos de convulsiones sociales y económicas.
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