Las horas antiguas, by Michael Bible
La primera frase del libro de Michael Bible, Las horas antiguas, es una mentira. “Éramos inocentes” es una provocación inmediata que da la impresión de que alguien en una sala de interrogatorios le cuenta a las autoridades una historia acordada por un grupo de cómplices.
La mayor parte del libro se basa, presumiblemente, en el diario de prisión de Iggy, que conduce a su ejecución. Iggy es complejo, aterrador e inmaduro, pero profundo de una manera que parece intencionadamente opuesta a su acto trágico. Lo interesante de lo que Iggy tiene que decir es que está más dispuesto a hablar de todo, excepto de su crimen. Habla de su vida amorosa poliamorosa y de la trágica muerte de una de sus parejas. Habla con nostalgia de presenciar la caída de las flores del árbol a través de la ventana de su celda de la prisión. La última flor que caería sería “la última cosa buena en la tierra”.
Lo más destacable del enfoque de Bible es la confianza que genera en su audiencia. El lenguaje que utiliza es tan natural y forzado como un informe policial. Los detalles del extraño comportamiento de Iggy cuando era niño en una excursión escolar y la tragedia fatal en sí se presentan con un tono familiar y distante. Pero Bible sólo dedica un par de capítulos cortos a esta perspectiva, antes de pasar a la primera persona.
Por necesidad, los escritores sureños son moralistas incómodos: siguen adelante para poder seguir adelante, planeando sus transgresiones en la página. Con poco más de 100 páginas, Las horas antiguas puede parecer una leve meditación sobre una vida que salta las barreras del bien y el mal, pero tiene un gran impacto: los verdaderos culpables pueden ser las personas en el púlpito y los bancos de la iglesia, que ahuyentan a los pobres de espíritu con sus “pensamientos y oraciones”.
