¡Ah! Los triángulos amorosos… ¿qué sería del cine sin ellos? Bueno, del cine y de la vida. Porque, aunque a veces el tira y afloja entre aristas puede acabar rompiéndolo en mil pedazos, lo cierto es que un triángulo amoroso da mucho juego. Y si ya hablamos de tendencias bisexuales entre algunas de las partes tenemos el drama -o a la comedia, según se mire- servido. Es lo que sucede en “Los amores imaginarios”, un filme canadiense parido por Xavier Dolan (digo “parido” porque lo escribe, dirige, produce y protagoniza él) en el que no falta sexo, enredos y esa inestabilidad emocional que sólo pueden comprender las almas inquietas, las que se mantienen siempre jóvenes. La película plantea la historia de una pareja que se enamora de un conocido común hasta plantarse ambos al borde de la locura, con el nuevo e irresistible vértice en medio. Lo que podríamos llamar una situación isósceles, vamos. Y es que los triángulos es lo que tienen: si no son perfectos, alguna punta se acaba quedando sola. Pero no os cuento más, que sino no iréis a verla a la pista Aurora, con lo bien que se está ahí, cerveza en mano. Además, quién sabe, quizás salgáis de allí atrapados entre dos aristas.
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