Este tipo demacrado, melancólico, que parece haber salido de un antiguo álbum de los Strokes, es Niko. Niko es un típico ni-ni (ni tiene rumbo, ni tiene ganas), un ser desencantado, aleatorio, que va por la vida a destiempo, siempre a destiempo. El anti-héroe por excelencia, atrapado en una pesadilla cómica, en un mundo con muchas demandas y poco café, rodeado de personajes demasiado verídicos para no resultar insólitos: el psicólogo intragable, el padre indiferente, el vecino patético, el amigo tosco, la compañera del cole resentida, el director de teatro rancio… Ubicada en Berlín, plasmada en un precioso blanco y negro, embalada en un jazz woodyallenesco y protagonizada por un actor con un je ne sais quoi de guaperas de Nouvelle Vague que magnetiza la cámara (guardad su nombre: Tom Schilling), la premiadísima ópera prima de Jan Ole Gerster es una suma de aciertos deliciosa, singular y extrañamente humana. Quizás porque no quiere ser eso tan pretensioso de “retrato de una generación”, sino tan sólo una pincelada sobre eso otro tan común que no perdona ni el más afortunado de los mortales: un mal día.
https://www.youtube.com/watch?v=4h_zWprpBz0
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