Cartas de amor a Mina Loy

Nueva York, 12 de julio de [19]17

Querida amiga:
¿Has dormido bien?
Arthur Cravan.

(Primera carta que aparece en este libro).

Hay algo de en la historia de Arthur Cravan y Mina Loy que nos hiere, nos engancha y hace que libros como éste -de tan solo 71 páginas- nos dejen con ganas. Quizás sea el halo que tiene todo de historia a medias, abierta y sin final… Se cree que Cravan fue engullido por el mar en una barcaza de vela en el Golfo de México, nunca encontraron su cuerpo de casi dos metros. Lo que se conoce de él, su vida, sus proezas de poeta boxeador, de autor sin obra que solo era feliz cuando se encontraba en movimiento, cuando viajaba -aunque lo hiciera toda su vida huyendo de la gran guerra- lo sabemos por la correspondencia que fue hilvanando con sus seres queridos. La biografía que escribiera Maria Lluïsa Borràs hace más de 20 años, Arthur Cravan, tiene lugar porque la hija que tuvo con Mina Loy le hace entrega en 1979 de las cartas que mantuvo con su madre, Nellie -quien dudó de él y de su arte toda su vida, hasta que vio que con creces se las arreglaba mucho mejor que su hermano, el favorito, sin un penique, en Francia o en España-. La obra que nos encontramos aquí, editada por Periférica, es todo lo que Cravan tenía que decirle con urgencia a Loy mediante carta o postal durante el último año de su vida, 1917, cuando salió como impelido en un viaje frenético -que al final sería eterno- a otros países, a pesar de que la amaba, y de que, decía en esas cartas, no podía pasar un solo día sin ella. No olvidemos que fue un desertor sin deshonra alguna -creía en el pacifismo, y en la época la mayoría de artistas de vanguardia se iba refugiando en París o en Barcelona de las garras de la gran guerra-. Cravan, para quien no lo sepa todavía, pasaría una temporada en nuestra ciudad, ganándose la vida como boxeador en diferentes clubes, o en combates que perdería estrepitosamente.

Siendo Mina como era -una bella artista y poeta reconocida ya desde sus inicios por escritores como Ezra Pound- no es raro tampoco que el bueno de Arturo, que Fabian Avenarius Lloyd, como en realidad se llamaba, reparara en ella y ésta no le hiciera mucho caso de primeras. Incluso pensó, al conocerlo, que era homosexual, cosa que descartó al comprobar el interés fehaciente que le profesaba de manera continua y obcecada. Fue una pareja muy renombrada en los círculos artísticos, muy conocida, quizás fuera el desorden en sus vidas, el hecho de que sus vidas eran parte intrínseca de su obra. Se conocerían en Nueva York, y pese a lo que la amaba nunca dejó a su anterior novia, Reneé. Siempre le dijo que volvería a Barcelona, donde la dejó esperando toda su vida. Eso daba cuenta, entre otras cosas, de que nunca dejaría de ser plural, como bien decía en sus poemas: «Soy todas las cosas, todos lo hombres y todos los animales ¿Qué hacer?».

Este viaje por el este de Estados Unidos, Canadá y México Cravan lo hace disfrazado de soldado, o de mujer trabajando en granjas para subsistir o para pagar los trayectos. Se lo cuenta con cierta alegría y comicidad a ella, le insta a encontrarse en México para casarse. Mina acepta, se casan allí y pasan una temporada de penurias y miserias que les lleva incluso a plantearse el suicidio juntos. Loy, ya embarazada, descarta la posibilidad y deciden que lo mejor es marcharse a Buenos Aires. Van por separado porque está en cinta, él se va en esa barcaza y es ahí donde nunca más sabremos de Cravan, perdido en ese trayecto por el Atlántico. La «gran moderna», como la llamaran en los enclaves artísticos, tardará  años en cejar en el empeño de buscarlo, removiendo cielo y tierra, cualquier posibilidad imposible, pista o seña de que sigue vivo.

Unas declaraciones a un cuestionario publicado en The Little Review en mayo de 1929 son el mejor resumen que pueda tener esa incesante búsqueda:

TLR: ¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida?
Mina Loy: Cada momento que he pasado junto a Arthur Cravan.

TLR: ¿Y el más desgraciado? (Si quiere responder).
Mina Loy: El resto del tiempo.

El final aquí es abierto, podría ser cualquiera. Quizás alguien todavía lo imaginaba por México hace unos años escondido dando clases de boxeo. Literatura en vena, en la vida misma en la que se adentraron sin ningún miedo, a pesar de la constante huida.