Camuflado en el interior de un pequeño centro comercial de barrio, Cuina Japonesa hace sold out a diario de su menú teishoku tradicional: una bandeja con un plato principal acompañado de diferentes tapas japonesas. Yukari y Fai atienden detrás de su modesta barra a apenas una docena de comensales afortunados que han conseguido reservar la comida con antelación. Cada domingo publican en su Instagram el menú para cada día de la semana: un plato combinado (hay opción para vegetarianos) que sirven por estricto orden de llegada hasta agotar existencias. En la primera visita Yukari nos impactó con su pollo frito al estilo japonés (karaage) acompañado de arroz, sopa de miso, ensaladilla de patata con huevo macerado y verduras salteadas. A los pocos días no me pude resistir, y volví a por su curry japonés con langostinos rebozados y huevo duro, con arroz, sopa de miso, rollitos de verano y edamame. Toda esta comida, preparada al momento, servida con perfección japonesa, por solo 12 euros. Un precio incomprensiblemente ajustado por el nivel de mimo que le dedican a cada plato.
Como era de esperar, el boca oreja ha hecho su efecto, y Yucari y Fai empiezan a tener más atención de la que les gustaría manejar. Pero hay unos pocos sitios que son simplemente demasiado buenos como para quedárselos para uno mismo. Café de especialidad, revistas japonesas, trato impecable y la sensación de haber descubierto una joya, hacen que comer en el Cuina Japonesa sea una experiencia irrepetible.