Nadie cumple 52 años en la industria de la restauración a no ser que haga las cosas muy bien. Flash Flash, pionero entre otras hazañas de introducir las primeras hamburguesas de la ciudad, ha dejado atrás su quinta década en un estado de forma envidiable. El Flash factura unas hamburguesas simples, sublimes, y probablemente inmejorables. ¿El arma secreta? Hechas con puntas de solomillo, sus hamburguesas se pueden permitir un toque de plancha, que las deja crudas por dentro, más cercanas a un steak tartar que a una hamburguesa al uso. Si te gustan las alcaparras, pídete una Flash clásica. Al Flash no le pesan los años, al contrario, hacen que destaque aún más su relevancia. Buen oficio en la sala, interiorismo atemporal y cocina de mercado a cualquier hora del día y de la noche, siguen atrayendo a una clientela inquieta con ganas de comer muy bien. Las familias Milà y Pomés, propietarios orgullosos de estar al pié del cañón a diario, se aseguran que no salga ningún plato de la cocina que no cumpla con sus exigentes estándares gastronómicos.
Vivimos en una ciudad que salta de tendencia en tendencia, perdiendo la cabeza detrás de modas pasajeras, sin darnos cuenta que a veces lo más contemporáneo es hacer muy bien las cosas de toda la vida. Pocas experiencias superan el primer mordisco a un “umm de tortilla” recién hecha con una caña bien fría sentado en la barra del Flash Flash. ¡Por cincuenta y dos años más!
