Detrás del Hotel Mirlo, como si no quisiera hacer mucho ruido, se esconde el Nido del Mirlo, un restaurante que venera el producto de temporada y factura una cocina de mercado impecable. Camuflado por un jardín privilegiado, el espacio y los platos dejan fuera de juego tanto a sibaritas locales como a clientes de uno de los hoteles boutique con más encanto de la ciudad. La carta que propone Jose Manuel Zafra es accesible, y se mueve con soltura entre platos que elevan el producto, dándoles un giro sofisticado pero huyendo de autoradas o emplatados extravagantes. Disfrutamos con el agnolotto casero de meloso de ternera, curry verde y shiitake, y con un sublime arroz de sepia cubierto por un carpaccio de gamba. Gracias a Dios nos insistieron en probar las sorprendentes croquetas de espinacas con piñones (hit de la casa). Fuera de carta, el Mirlo suelta especiales del día como unas kokotxas al pil pil, o unas setas con huevo y gamba roja que fueron un broche perfecto para una gran comida.
En el Nido se come con tranquilidad, con la sensación de escapar de la ciudad en un espacio perfecto si tienes intenciones románticas, o simplemente tienes ganas de comer realmente bien a un precio razonable en la parte más alta de Barcelona. El Mirlo te seducirá tanto si eres un bibliófilo (ocupa la Torre Macaya donde transcurre La Sombra del Viento), como si eres un foodie exigente con ganas de descubrir una nueva perla escondida.
