Cómo ser vulnerable y brillar

En uno de esos domingos aburridos en los que youtube se puede convertir un tu mejor amigo, encontré a Brené Brown y su charla TedTalk sobre la vulnerabilidad. En mi tarde de letargo, fueron 20 minutos impactantes.

Sé que estas charlas motivacionales son, casi siempre, una chorrada que te ilumina por un par de minutos y luego se desvanece sin dejar el mínimo rastro (incluso existe una charla muy honesta que se titula “Why TedTalks don’t work” – Por qué las Charlas Ted no funcionan). Pero hubo algo nuevo y estimulante en las palabras de Brown.

La disertación hizo un “click” en mi cabeza: ¡vaya, nunca había pensado en la vulnerabilidad!

Me he dado cuenta de que el término vulnerabilidad poco o nada entraba en mi discurso y pensamiento, aunque estuviera bastante presente – ¡y camuflado! – en mi cotidiano. Su breve disertación hizo un click en mi cabeza dominguera: ¡vaya, nunca había pensado en esto!

Antes de entrar en las reflexiones y experimentos que siguieron, empecemos por lo básico: ¿Qué significa vulnerabilidad?

Sin querer parecer demasiado groupie, creo que nadie lo puede explicar mejor que la propia Brown. Según la autora, “en vez de sentarnos en el banquillo y dedicarnos a juzgar y a dar consejos, hemos de atrevernos a dar la cara y a dejarnos ver. Esto es vulnerabilidad: atreverse a arriesgarse”.

La definición formal del término es también bastante poética: de origen latino, “vulnerabilidad” se traduce como “la cualidad que uno tiene para ser herido” (matemáticas: solo hay que agregar vulnus, que significa “herida”, con abilis, que es equivalente a “que puede” y finalmente añadir el sufijo dad, que indica “cualidad”).

“Vulnerabilidad” se traduce en latín como “la cualidad que uno tiene para ser herido”

Volví a introducirme en el universo Brené para comprender mejor de qué va esta “cualidad” y me encontré con otra frase bastante brillante que lo clarifica al cien por cien: “We can only love and be loved as much as we are willing to be hurt”. O sea: Sólo podemos amar y ser amados en la medida en que estemos dispuestos a ser heridos.

Esto se puede comprimir en un mandamiento tipo “ama con todo el corazón aunque no haya garantías”. Pero seamos sinceros: es tremendamente difícil practicar la vulnerabilidad, sobre todo cuando nos arriesgamos a no ser correspondidos o valorados. (Esto me recuerda, por cierto, a cuando le dije “te quiero” a un chico que ni siquiera se molestó en contestarme. Una experiencia no tan buena).

Fotografía: Erika Arias

Entonces… ¿por qué hacerlo?

Yo misma me debato sobre los motivos mientras escribo estas líneas. Al final, no es fácil abrirse y exponer las vísceras al mundo. Es más conveniente vestir la armadura y simular un corazón de acero.

Sin embargo, todas las veces que declaramos “bah, no me importa”, en el fondo sabemos que sí, que sí importa. (Si no, ¿por qué comprobamos cada minuto su última conexión en WhatsApp? Oh, been there done that… ¡Yo también estuve allí!).

Nos cuesta bastante reconocer nuestros momentos menos victoriosos. Pero ¿qué pasaría si empezáramos a abrirnos a la vulnerabilidad? ¿Si nos acordáramos de que nadie es infalible y de que todos convivimos con las mismas inseguridades?

Decidí investigar por mi cuenta…

Brown lo subraya: la vulnerabilidad es la cuna de la intimidad y de la confianza

Comencé por contar sin retraimiento algunas historias íntimas en las que definitivamente no triunfé. Al final, la vulnerabilidad implica que estés dispuesto a abrirte sin protegerte. La vergüenza rápidamente se transformó en liberación, pero la parte más bonita vino después: la gente empezó a contarme sus propias vivencias, sin miedo o encogimiento. En poco tiempo, mi relación con estas personas cambió bastante: se volvió más íntima y empática.

Brown lo subraya: la vulnerabilidad es la cuna de la intimidad y de la confianza. Baja la guardia del ego, deja que tu verdadero ser salga a la luz y ¡verás como el efecto se propaga! Si tienes el coraje de ser imperfecto, despertarás la esencia humana que hay en ti– y en los demás. Comprobadísimo. Al fin y al cabo, no es tan cómodo ir con la armadura por la vida.

De hecho, se trata de entrar en la arena desnudos (metafóricamente hablando, o no, ¡como queráis!). Al final, ¿qué es lo peor que puede pasar?

Sentir las heridas no implica ser “ganado” por ellas. Significa probar, aspirar, luchar, en fin, amar. La vida, igual que la piel, se encargará de incorpóralas en su textura. Poseerlas y narrarlas es lo que glorifica nuestra existencia.

Bueno, y ahora que se me acaban las metáforas, te dejo dos sugerencias:

– Qué te pases 20 minutos con Brené en Youtube (mis palabras no se pueden comparar a las de una expert);

– Que te tomes una dosis (moderada) de vulnerabilidad y experimentes el mundo través de su belleza. ¿Efectos adversos? Nada que los positivos no compensen.

 ¡Al ataque!

 

Fotografías de Erika Arias

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