El primer Le Cool Festival: para recordar

Todo arrancó hace tres meses, cuando dijimos: ¿y si juntamos en un lugar en medio de la naturaleza, a gente inspiradora, comida sana, música y copas? Queríamos ofreceros algo único y, con post-its de colores, empezamos a montar el Le Cool Festival para el último sábado de abril. ¡Nos pusimos en marcha!

Por eso el día anterior, después de tanta ilusión, tantos excels y tantas idas y venidas, todos cruzábamos los dedos. Previsión de lluvias al 100%, leíamos en todos lados. No contábamos con que la magia también llegaría hasta allí: desde el cielo. El sábado a las nueve de la mañana, cuando Le Cool Festival daba el pistoletazo de salida, sólo quedaba un breve rastro del agua en la tierra del camino. Por allí llegaban los 300 participantes y descubrían la casa del evento, Can Valldaura, envuelta en la niebla que cubría el Parque de Collserola de Barcelona.

Rompió el hielo Gris Juncadella, de Vivea, con una sesión de yoga. (Por cierto, nos regalaron este emocionante vídeo del festival ¡Gracias!).

Y, desde las diez hasta la hora de la comida, y casi sin darnos cuenta, la casa se convirtió en un lugar vivo que palpitaba en todas sus habitaciones. La gente salía de un lugar a otro, miraba el paisaje –el silencio-, tomaba un té, un zumo, hacía rebosar la sala de Joan Melé cuando hablaba de dinero y conciencia, o saltaban sobre el parquet del taller de teatro de Anna Sabaté. El entusiasmo brotaba por todos lados.

Cuando se acercaba la hora de la comida, la percepción ya era clara: las sonrisas, la calma… y todas las ganas. Todos queríamos más: más conocimientos, más optimismo, más diversión. Le Cool Festival seguía desplegándose con sus propuestas de nutrición, de coaching o tapping en los espacios de la casa, que se convertían en pequeñas islas que eclosionaban a veces en aplausos o en arranques de risa colectiva. Nosotros mirábamos y nos reíamos: nos encantaba lo que estaba sucediendo.

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A medio día, todos fuera, el paisaje seguía siendo el marco: la montaña se dejó ver y acompañó la cola larga (demasiado larga, tomamos nota) de los stands de comida. Y un poquito más tarde, a las tres, retomamos el ritmo: hablamos de la nutrición, de astrología, de crecimiento profesional. En las salas las miradas siempre atentas, las manos levantadas: muchas preguntas. ¿Cómo es una empresa feliz? Y contestaba David Tomas; ¿Cómo afrontar el cambio? Y desplegaba toda su fuerza Borja Vilaseca. Al mismo tiempo, yoga de nuevo, o movimiento expresivo o la emotiva clase de tantra. La alegría era contagiosa.

Cuando empezaba a caer el sol (lo dijimos: hubo magia y al fin hubo sol), sonaron los instrumentos y la voz hipnótica de Karol Loop. El ambiente ya era más relajado, afuera descansaban muchos al aire libre -abrazos, conversaciones-, y adentro los primeros feedbacks. “¿Eres de la organización?”, preguntaba cualquiera, y se acumulaban las felicitaciones, los “¡que se repita!” y las gracias. Le Cool Festival, nos decían, nos ha hecho llorar de emoción. “Qué buen rollo, qué buena energía”, “Qué lujo de ponentes”, “Cuánta inspiración”. ¡Espectacular!

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Avanzaban los minutos y era el turno del vino orgánico, de la cerveza artesanal, de los temas brillantes de DJ Moomba que cumplió su objetivo. Nos hizo saltar y gritar en un tobogán de emociones: así que el regocijo nos entró del todo en el cuerpo.

Y cuando afuera ya era oscuro (desde las cristaleras vimos el bosque nocturno y azulado), adentro se desató el colofón final. Cuando la Gipsy balKan Orquestra levantó una ola de música del Este, sonó el acordeón, la guitarra, el violín, el contrabajo, la percusión, y la voz enigmática Sandra Sangiao. Y las notas se adhirieron al espacio. Y la euforia se desparramó.

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Cuando se fueron todos, en Can Valldaura quedaron muchas cosas: las velas aún encendidas, las flores, las manzanas del desayuno, y la casa en silencio, en una resaca feliz. Entonces nos despedimos extasiados y sin dudas: con la evidencia de que el viaje mejorará con la repetición.

¡Gracias a todos por hacer posible el primer Le Cool Festival! Hace tres meses a nuestra imaginación no le hubiera alcanzado pensar en todo este día.

 

Fotos: Julián Picco Fotografía

 

 

 

 

 

 

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