Hace un par de años renuncié a la empresa grande en la que trabajaba por un buen sueldo. Lo hice pensando que nunca dejaría que otros tomaran el control de mi vida nuevamente. Planifiqué dejar todo e irme lejos, a otro país –ésta parte sí pasó–, buscarme una casa cerca de la montaña –ésta también–, y dedicarme a escribir día y noche, solo yo, mi casa y mi gmail como ametralladora disparando artículos a su destino final: la fama.
Pero como muchas otras veces en mi vida, me equivoqué.
Trabajar como freelance poco tiene que ver con los lujos de manejar tu propio tiempo, elegir tus clientes y establecer tus tarifas. Al principio se parece más a ser mensajero/ secretario/ contador/ técnico en informática/ diseñador/ gestor/ becario/ representante de ventas/ customer success/ business developer/ CEO. Mejor dicho, en los inicios tú mismo te cobras y te das el cambio, mientras persigues a tus clientes, incansable, para que paguen la factura a sesenta días. Pero sobre todo, para ser freelance se necesita un alto grado de conocimiento del yo, del otro, del entorno. Conocimientos de psicología básica aplicada a cualquiera que sea tu trabajo.
Dice Wikipedia (la fuente de sabiduría más grande que tiene internet) que:
“Por medio de sus diversos enfoques, la psicología explora conceptos como la percepción, la atención, la motivación, la emoción, el funcionamiento del cerebro, la inteligencia, el pensamiento, la personalidad, las relaciones personales, la conciencia y la inconsciencia”
Pues eso. Cuando trabajas por tu cuenta te toca hacer un esfuerzo por manejar todos estos conceptos, no sólo para lidiar con los clientes, sino para lidiar contigo mismo (entiéndeme: un domingo por la tarde con tres fechas de entrega encima). ¿Tienes perro? Bien, cuídalo. Va a ser la criatura que más comprensión y compañía te dará al inicio del proceso.
He aquí algunos de los conceptos de la psicología, anteriormente mencionados, aplicados a la vida de freelance. Veamos:
– LA PERSONALIDAD: Por lo general somos nuestra persona favorita porque siempre pensamos que tenemos la razón, que somos simpáticos, pertinentes e inteligentes; pero trabajando contigo mismo, créeme, llegará un momento en el que querrás salir de tu cabeza y pasar tiempo con otras personas. Lo que me lleva a:
– LA MOTIVACIÓN: Cuando nadie nos está esperando en la oficina a las 10h, ni tienes una reunión a media mañana para discutir el plan de la semana, es difícil encontrar motivación para comenzar tu día a una hora decente y usar zapatos en lugar de calcetines. La motivación está en ti (así como la fuerza). Es lo que me repito siempre. Algunos de los consejos que más habrás escuchado si eres freelance son: levántate a la misma hora todos los días, y desayuna y vístete como si fueras a la oficina. Luego siéntate en tu escritorio, ese rincón de la casa que deberás mantener limpio y ordenado. Funcionan: palabra.
– EL FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO: Estudia tus verdaderos ritmos. Estamos acostumbrados a que nos impongan un horario en la escuela, en el trabajo, incluso en las salidas de ocio. Cuando trabajas de freelance tienes el privilegio de adaptarte a tus necesidades. Tal vez eres de los que trabaja mejor por las mañanas porque te despiertas más fresco, o bien de los que disfrutas de la tranquilidad de la noche. Depende de ti, solo intenta no ir totalmente en contra de los horarios de la vida en sociedad. Ese camino lleva a la soledad y a no sentir la necesidad de ducharte, lo que te llevará a más soledad.
– EL PENSAMIENTO: Una vez que descifré mis ritmos (logré entender que soy de las que trabaja mejor a media mañana después de un café en el bar de la esquina) tuve que aprender a no sentarme a esperar a que la inspiración llegara para empezar a producir. Tuve también que educar mi mente para trabajar de forma organizada, establecer un horario con o sin musas visitándome, comprarme un calendario (soy formato analógico y de papel) pegarlo en la pared y escribir fechas de entrega para luego tacharlas interminablemente. Luego llené los espacios libres con actividades que me hacen sentir bien. Y voilà.
– LA CONCIENCIA: No aceptes más encargos de los que puedas manejar. Parece que está de moda decir que estamos ocupados pero, aceptémoslo, todos envidiamos al que tiene un horario de trabajo organizado y no revisa el email los fines de semana. Guárdate un tiempo para pasar con tus seres queridos, sea tu familia, tus amigos o tu perro. Busca las pequeñas cosas que te hacen sentir bien: Yo aprovecho para escuchar la música que me gusta sin cascos (y en sesión privada de Spotify), en un loop y durante todo el día, y después tomarme unos minutos para practicar la respiración pausada, que tanto le ayuda a mi organismo.
– LA PERCEPCIÓN (del otro): Lo acepto, decidí trabajar desde casa para, entre otras cosas, cruzarme con menos gente en mi día a día. Pero la realidad es que somos animales sociales y, por más que me esconda en mi madriguera, debo salir a cazar los ingresos para poder regresar a casa a ver una película de época mientras tomo un buen vino. Hay que animarse con el exterior: en el punto siguiente, algunos consejos para establecer buenas relaciones laborales:
– LAS RELACIONES PERSONALES: Yo intento escuchar a todas las personas con las que trabajo, amigos o clientes, aunque no siempre sea fácil. El hecho de que no estéis sentados en la misma oficina durante el día no significa que no sea necesario llevarse bien con ellos. Y no solo para esclarecer detalles laborales, sino para construir relaciones. Para mí, este punto es casi tan importante como llevarme bien con Javier, el señor que me sirve el café todos los días como a mí me gusta. Llegar al bar, dar los buenos días y pasar a tomar directamente tu café con leche doble y sin azúcar te hace más agradable la vida, ¿no?
– LA INTELIGENCIA (práctica): Una de los consejos más valiosos que me dio mi último jefe cuando renuncié para irme a ser freelance fue: “porque te conozco y sé que no pones límite en el trabajo, solo te digo que establezcas las condiciones desde el principio, porque yo no voy a estar allí para cuidarte”. Así que intenta ser lo más claro que puedas en cuanto a tarifas y tiempo de entrega para proyectos cortos, y en cuanto a horas dedicadas al día en los proyectos largos. No seas muy duro, primero porque no quieres perder clientes, y segundo porque ellos también son personas y seres vivos. Ojo, tampoco seas un flojo: creerán que pueden pagarte después de seis meses. Ay.
– LA ATENCIÓN: Yo, a mis clientes, les doy siempre respuesta, y mira que es difícil hacerlo y llegar a tiempo a la clase de yoga. Contesto los correos electrónicos y las llamadas importantes al instante. Porque no hay nada que dé más confianza que saber que esa persona está ahí, disponible, atenta y dispuesta a contestar cualquier pregunta, sobre todo si tenemos en cuenta que el otro no te pueden ver y debe fiarse de tu honestidad… a distancia.
– LA EMOCIÓN: Disfrútalo. Suena obvio, pero cuando estás envuelto en un torbellino de encargos y cuentas por pagar, es difícil recordarlo. Pero sí: un martes por la mañana yo podría estar en un parque con un buen libro o, si logro organizar mi calendario, me imagino dos semanas de vacaciones en febrero en un destino lejano y tropical. Es el paraíso (tanto el destino como la posibilidad de poder hacerlo). Hay más: el primer cliente que llega sin que le hayas llamado, o el primer adelanto que recibes por ese trabajo con el que siempre soñaste (y que además, ¡te pagan!). ¡Emoción! También es verdad que un sábado por la noche podrías estar terminando una entrega pero, freelance o no freelance, ¿a quién no le ha pasado eso alguna vez?
– LA INCONCIENCIA: Yo, después de renunciar a la empresa grande, pensé que de ahí en adelante todo iban a ser flores y tomates que crecerían en un huerto con solo darles un poquito de agua; pensé que iba a vivir en la pequeña casa de la pradera con los cuidados de un perro San Bernardo y el canto de pajaritos de colores.
Pero la realidad es que la vida de freelance no es así… ¡Es mejor! Ser tu propio secretario, mensajero y contador en las malas está muy bien, siempre que, en las buenas, también puedas ser tu director creativo, tu contador (y subirte el sueldo) y tu jefe-motivador (te das la palmaditas en la espalda para felicitarte).
No te voy a mentir, para mí es difícil evitar que la inconciencia me atrape en sus pequeños y resbaladizos detalles. A veces no me deja ver “the bigger picture”. Parte de trabajar en esa oficina unipersonal, es cubrir el papel del optimista eterno (¡Hola, Albert!) o la jefa cariñosa que habla con amor (Sí Lidia, eres tú, gracias). Sin más gente alrededor, te toca darte ánimo, reconocer lo bueno que es tu trabajo, darte permiso para salir más temprano y, por qué no, organizar el happy hour de la empresa. Todos roles vitales, así que no hay espacio para perderlos de vista por culpa de la inconciencia.
*Luisana Cartay escribe en Las Perdidas
Ilustraciones: Clara Vento (web e Instagram)