Desde pequeña siempre he tenido mucha prisa. Prisa por crecer, por madurar, y luego prisa por destacarme y estar a la altura del éxito que me han profetizado desde niña.
Pero la verdad es que los años siguen pasando y todavía no cumplí ninguno de mis sueños (eso incluye trivialidades como ver a los pingüinos en la Patagonia, escribir un libro de poesía o pasar un año sabático en las montañas produciendo mermeladas).
Sé que el éxito no está vinculado a la juventud: Harland Sanders inauguró el primer KFC con 65 años
Acercándome a los 30 a la velocidad de la luz, empiezo a sentirme sutilmente frustrada e inquieta… “Si estuviera destinada a hacer (¿o ser?) algo importante, ya lo debería haber hecho a estas alturas”, le confesé a una amiga el otro día. Ella no estuvo de acuerdo. En realidad, ni yo misma lo estuve después de haberlo dicho.
Soy consciente de que el éxito no está vinculado a la juventud (a ver, Harland Sanders inauguró el primer KFC con 65 años y José Saramago no alcanzó la fama como escritor hasta bien cumplidos los 60…), pero, sin poder evitarlo, a veces siento que las oportunidades se me empiezan a desvanecer.
Aunque reciba consejos bastante inspiradores de amigos y familiares, creo que las mejores enseñanzas son las de la naturaleza. No sé si conoces la parábola del árbol de bambú chino. Yo la descubrí hace relativamente poco y me impactó de verdad. Por eso creo que merece ser compartido:
Según cuenta la historia, un hombre tenía muchos deseos de tener un árbol de bambú, así que plantó una semilla en su jardín. Le dieron indicaciones de regar y vigilar la planta todos los días. Cumpliendo con las pautas, el hombre se despertaba cada mañana y le dedicaba todos sus cuidados. Pasó un año y no apareció ni un pequeño brote. Pero él continuó, día tras día, regando y cuidando la tierra que aparentemente era infértil. Pasó otro año, y otro y otro… hasta que, por fin, al final del quinto año, un día el bambú creció veinticinco metros. En pocas horas saltó hasta el cielo.
¿Y tú qué crees? ¿Qué el árbol creció veinticinco metros en un día o en cinco años?
“Muchos de nuestros sueños parecen al principio imposibles, luego improbables, y luego, cuando nos comprometemos firmemente, se vuelven inevitables”
Todo el crecimiento fue subterráneo, invisible a simple vista. Gracias a la persistencia y dedicación del hombre, la raíz del árbol se pudo desarrollar de forma maciza y robusta. Es como si el bambú hubiera susurrado: “ten un poco de paciencia, luego recogerás el fruto de tu esfuerzo”. Muy al estilo Christopher Reeve cuando dijo: “muchos de nuestros sueños parecen al principio imposibles, luego pueden parecer improbables, y luego, cuando nos comprometemos firmemente, se vuelven inevitables”.
A mí la historia que realmente me fascina es la de Tererai Trent, la niña que nació en República de Zimbaue
Quizás prefieras menos metáforas y más realismo, ejemplos como el de JK Rowling (la ahora célebre autora de Harry Potter), que antes de ser exitosa fue rechazada por doce editoriales; o el de James Joyce, cuyo libro Ulises fue calificado como “obsceno” y rechazado por muchos. Saber de ellos es pura inspiración.
Pero a mí la historia que realmente me fascina es la de Tererai Trent.
Dí con ella un día revisando algunos Oprah Shows – otro de mis hobbies-.
Trent nació y creció en lo que hoy es la República de Zimbabue, en el pueblo de Matau, sin agua potable, electricidad o sanidad, y en una sociedad extremadamente machista. Cuando tenía 18 años – y ya tres hijos- una mujer de la fundación Heife Internacional visitó su pueblo y preguntó a cada niña: “¿Cuál es tu sueño?”.
Cuando le tocó el turno a Tererai, ella contestó: “Quiero ir a Estados Unidos, hacer una licenciatura, una maestría y un doctorado”. La mujer de Heife le dijo que nunca dejara de creer y luchar por ello. Ese mismo día, la joven escribió sus deseos en un papel y lo enterró bajo una roca cerca de casa.
Poco después, Tererai empezó a trabajar como organizadora de comunidades para Heifer Internacional. Ahorró todo lo que pudo y comenzó a tomar cursos escolares a distancia, lo que, a largo plazo, hizo con que fuera aceptada en la Universidad de Oklahoma. Trent y su familia se fueron vivir a los Estados Unidos.
Terai creó la fundación Tinogona, que significa “¡Es alcanzable!”
Y, a día de hoy, la soñadora de Matau, es doctora y viaja alrededor del mundo para impactar en la vida de la gente a través de sus charlas y de los programas de su Fundación Tinogona (que significa “¡Es alcanzable!”).
Las excusas apenas limitan nuestro potencial, nos impiden arriesgarnos y probar nuevos caminos
Esta historia es un verdadero puñetazo en el estómago: te hace replantear todas las veces que te has quejado, desistido y culpado a la mala suerte. En fin, todas las excusas con las que te has protegido de la realidad: no lo intentaste con suficiente fuerza, me digo a mí misma.
¿De qué sirve culpar a las circunstancias? Las excusas apenas limitan nuestro potencial, nos impiden arriesgarnos y probar nuevos caminos. Trent es la prueba de que todo es posible, siempre y cuando se luche insistentemente por ello.
Para desarrollar la persistencia, hay que creer en nuestro objetivo y alimentarlo con amor, día tras día
Sé que no es fácil, por lo menos no tan fácil como escribirlo… Al fin de cuentas, ¿de dónde sacamos la esperanza y el positivismo cuando el mundo parece ir en contra de nuestros sueños?
De la semilla, diría el hombre del bambú.
Para desarrollar la tan deseada persistencia, hay que cultivar la determinación sobre una base de continuidad. Es decir, creer en nuestro objetivo y alimentarlo con amor, día tras día tras día. Apreciar la flor mientras se observa la semilla.
Sin prisa.
Ilustraciones de Amanda Paniagua