Uno de los mayores problemas que enfrentamos cuando queremos cambiar algún hábito es la falta de disciplina. Tal vez tú tienes muy claro lo que quieres lograr, pero esta falta de disciplina te impide llegar a tu meta.
Ser disciplinado facilita el camino, te hace ser constante y dominar esos impulsos innecesarios que obstaculizan eso que quieres lograr. Simplemente porque la disciplina es una herramienta poderosa.
“La disciplina tiene el potencial de crear futuros milagros”, Jim Rohn
En la universidad tenía un amigo al que le decíamos “el suertudo”. Era el portero del equipo y dentro de la cancha parecía que tenía superpoderes. Casi nunca le metían un gol, y gracias a su talento, el equipo era campeón año tras año.
Eso es precisamente lo que todos creíamos, que tenía un talento excepcional en la portería. Pero esto no era del todo cierto. Una vez me acerque a conversar con él. Y me contó sobre su rutina diaria; la verdad era más complicada de lo que parecía.
Se levantaba cada día a las 6h y salía a correr un poco antes de ir a la escuela. Después de clases iba sin falta a todos los entrenamientos de la tarde. Y los fines de semana participaba en, por lo menos, un partido. Para él, descansar era sumamente importante por lo que su hora de dormir estaba clavada a las 22h; obviamente justo después de una buena cena equilibrada.
Lo impactante era que llevaba varios años con esta misma rutina. Y entonces pensé que el talento no era más que el producto de su disciplina. Su desempeño casi mágico era simplemente el resultado esperado de sus hábitos.
La disciplina es una herramienta poderosa: Ser disciplinado nos garantiza buenos resultados en lo que nos proponemos. Nos asegura el desenlace perfecto.
Lamentablemente la mayoría carece de esta herramienta.
Simplemente porque ser disciplinado es incómodo: Significa que hay que hacer algo que, en ese momento, no queremos hacer y esperar una recompensa que aún no podemos ver. Además, nos obliga a dominar nuestros impulsos y urgencias (lo que es tremendamente difícil).
Déjame preguntarte algo:
¿Podrías hacer algo que no quieres con el fin de obtener un resultado que realmente quieres?
Si la respuesta es NO. Quiere decir que necesitas ser más disciplinado.
¿Cuántas veces has pospuesto la alarma de la mañana? ¿Cuántas te has planteado el típico “mañana empiezo a hacer deporte”? ¿Qué me dices de ese atracón de chocolate cuando prometiste comer mejor? ¿Qué pasó ese día cuando tenías mucho trabajo pero revisar Facebook pudo más?
Estoy íntimamente familiarizada con todas esas situaciones y te entiendo. Todos tenemos nuestros puntos fuertes y débiles, pero la clave es centrarse en nuestros puntos fuertes y minimizar el impacto de nuestras debilidades.
La ventaja es que, si logramos ser un poco más disciplinados, podemos obtener beneficios en muchas áreas porque nos ayuda a cambiar la mente y tener más constancia para lograr mejorar nuestra rutina. Por ejemplo:
– En el trabajo o en la escuela: la procrastinación se borrará de tu rutina. Porque la disciplina te ayuda estar concentrado durante más tiempo sin caer en la trampa de las distracciones innecesarias. Terminando con éxito todo lo que tienes pendiente.
– En casa: la disciplina te permite ser más organizado y hacer esas tareas hogareñas que no nos gustan como: limpiar, ordenar, lavar ropa, etc.
– En tu alimentación: la disciplina te facilita el camino para cocinar en casa y evitar las tentaciones poco saludables.
– En el ejercicio o en tu deporte: ser disciplinado te motiva a hacer tu rutina o tu entrenamiento de forma habitual, aunque no tengas muchas ganas o mucha motivación.
¿Cómo puedo entrenar la disciplina en mi rutina?
A pesar de lo que muchos pueden pensar, la autodisciplina es un comportamiento aprendido. Requiere práctica y la repetición día a día en tu vida. Cuando te vuelves más disciplinado, puedes vivir más libre y tomar decisiones más saludables. Estas tres acciones cotidianas te ayudan a entrenar tu disciplina de forma práctica.
1.- Lava los platos inmediatamente después de comer
Tal vez te guste lavar los platos, tal vez no te guste o tal vez tengas una máquina que lo hace por ti. Olvida todo eso y simplemente hazlo tú justo después de comer, sin excusas.
Es un ejercicio sencillo y tal vez no tenga nada que ver con tus metas o con los hábitos que quieres cambiar. Pero sí es una forma de dominar tus impulsos y tomar acción. Es sólo un pequeño paso: cuando termines tu desayuno, lava tu tazón y tus cubiertos. Cuando termines tu café o té, lava tu taza.
2.- Haz tu cama justo después de levantarte
Parece mentira pero esta acción tiene más beneficios de los que te imaginas. Tener que hacer un espacio de algunos minutos para hacer tu cama es un poderoso ejercicio: simplemente porque no hay urgencia en hacerlo y nada malo pasará si no lo haces en ese momento; pero tú te obligas a hacerlo como un entrenamiento de disciplina.
Además, se ha visto que dejar hecha la cama mejora tu productividad. Te da la sensación de que “la primera tarea del día está cumplida” y te motiva a continuar con las que siguen.
3.- Acaba la ducha con agua fría
Si eres más valiente, empieza con la terapia de las duchas de agua fría. Pero, si estás iniciando tu camino hacia una vida más disciplinada, empieza a ducharte con agua tibia (o como tú la prefieras); pero termina, por lo menos los últimos minutos, con agua fría. Esta simple acción te obliga a enfrentar una incomodidad y a luchar con tus propias excusas. Las cuales generalmente son las responsables de que carezcamos de disciplina.
Hacer estas acciones cada día entrenará tu mente a la disciplina. Y entonces facilitará el camino para mejorar tu auto-control. Por ejemplo: comer verduras (aunque quieras comer papas fritas) o hacer unas cuantas flexiones (a pesar de que prefieras ver televisión).
Existen muchas más actividades que te ayudan a mejorar tu disciplina como: usar hilo dental después de lavarte los dientes, acomodar tu ropa siempre en su lugar, cocinar en casa o tomar agua cada dos horas (aunque no tengas sed).
Así que ya lo sabes: pon en práctica estas tres acciones cotidianas y adopta en tu rutina la herramienta de ser más disciplinado.
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