“El proyecto profesional fracasa, si falla lo personal”

Entrevista a Carlos Goga, entrenador de empresarios y emprendedores

A los treinta y pico años, Carlos Goga –empresa, familia, éxito- descubrió que no era feliz. Y al tiempo de vivir ese clásico “vacío” de los que triunfan solo hacia fuera, decidió embestir y provocar el cambio. En el proceso, se sintió ignorante de sí mismo, despegado de su emocionalidad (“era incapaz de sonreír espontáneamente o de enfadarme con naturalidad”), se rebeló, se aisló y, fruto de la crisis, escribió #Lovetopía, donde ponía en papel su anhelo por una sociedad más armónica.

Ahora, de vuelta, sigue dando alas a su faceta de experto en economía y empresas. Antes había trabajado como directivo para multinacionales como Microsoft o Telefónica; hoy en día participa en varios proyectos que promueven el cambio y asesora a emprendedores para destrabar su camino y sembrarlo de cabeza-corazón. Lo hace desde 2007: por su “consulta” ya han pasado más de un centenar de empresarios.

—¿Qué aspectos trabajas cuando un emprendedor viene a verte?

Un emprendedor o un empresario es como un casteller: Se sustenta con el peso de muchas relaciones. Los socios, la familia, la pareja. Si no hay apoyo, se frustra y se debilita. Por eso cuando un empresario tiene problemas, es fundamental trabajar el ámbito personal. ¿Cómo te sientes contigo mismo y con tus relaciones íntimas?

“Lo que más cuesta es mantenernos fieles a nuestra intención inicial. La olvidamos o la sacrificamos”

—Es un acompañamiento.

—Sí. El empresario tiene la necesidad de conocerse bien a sí mismo. El segundo punto que tratamos está relacionado con las funciones que realiza, ¡a veces son tantas que no da abasto! Y en el tercero atendemos cuestiones más técnicas. Cómo construir una junta, cómo conseguir financiación…

—¿Qué es lo que suele costar más?

—Con el emprendedor, siempre dedicamos más tiempo a lo personal. Lo que más nos cuesta es mantenernos fieles a nuestra intención inicial. Al principio, cuando pensamos en emprender un proyecto nos mueve la pasión, las ganas, el corazón. Pero al cabo del tiempo solemos olvidar la idea inicial o sacrificarla por el dinero o la comodidad. Es decir, empieza a mandar la cabeza, la mente. Y eso nos hace sufrir y nos debilita porque perdemos motivación y seguridad, y así impedimos el desarrollo de la empresa.

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—El discurso del corazón debe estar alineado con la razón: Sentir-pensar-hacer.

—Así es: si hay sintonía se genera mucha fuerza para seguir adelante, para crecer y superar los obstáculos. Se trata entonces de elaborarlo conjuntamente con el emprendedor: allí donde hay una resistencia, la trabajamos juntos, allí donde hay un vacío, lo completamos juntos. Para liberar tensiones usamos técnicas introspectivas como la meditación, porque es cuando hay algún tipo de rigidez con un mismo que se traslada a los demás.

—¿Un ejemplo?

—Una mujer emprende un proyecto de formación para grandes empresas y tiene mucho éxito. Entonces llega la pareja y le convence de que debe crecer. Así que ella, sin quererlo realmente, “se ve obligada a hacerlo”, pero en realidad el cambio es una fuente de descontento y estrés. Cuando vino a verme, ella no veía la problemática. Y después de trabajarlo a través de un ejercicio de escucha, se dio cuenta: había un conflicto de lealtades. ¿A quién escucho, a mi marido o a mí? Su sentimiento era que debía elegir entre su pareja y ella misma. Y, está claro, uno siempre tienen que seguir su propio deseo.

—¿Cuál fue la solución?

—Una vez que vio el origen del problema, tuvo una conversación con el marido. Le daba mucho miedo, pero tenía que dejar hablar a su corazón si quería sentirse bien conmigo misma. ¡Y todo fue muy sencillo! Él le pidió perdón. Le dijo: “Yo pensaba que te estaba ayudando”.

—¿Atiendes a muchas mujeres?

—Generalmente, y en contra de lo que yo esperaba, vienen sobre todo ellas. Las mujeres son más capaces de pararse y pedir ayuda cuando tienen una dificultad. A ellos, en cambio, les cuesta más: su manera de enfrentarse a un obstáculo es atravesarlo con mucha fuerza, con violencia.

No hagas negocios con los amigos o con la familia es una de las falsas creencias que hemos heredado”

—Antes parecía que la violencia era la única forma de resolver los problemas.

—Existen falsas creencias que hemos heredado culturalmente y que asumimos sin cuestionarlas. Las tenemos asumidas, pero son solo falacias.

—¿Por ejemplo?

— “No hagas negocios con los amigos o con la familia”. ¡Pero si en los círculos íntimos es donde mejor circula la comunicación! Las empresas invierten muchos esfuerzos en eso: en construir nodos de comunicación fiables. Muchas optan por métodos más autoritarios y aplican mucho control. Por ejemplo hacen contínuamente auditorías. Otras, en cambio, intentan construir esta fiabilidad, esta confianza, y realizan estrategias de cohesión de equipo, formación, etc. Pero si elegimos a la familia o los amigos, ¡esto está resuelto! El reto seguirá siendo, como siempre, ser muy consciente de las decisiones que vas tomando y de cómo eso afecta al conjunto. Porque por lo general no existe una cultura de resolución de conflictos: cuando aparecen los problemas optamos por alejarnos o bien, al no saber manejarlos, por dar una repuesta violenta.

Puedes ser muy agresivo profesionalmente y buena persona en lo personal. Falso”

—¿Otra falsa creencia?

— “Puedes ser muy agresivo profesionalmente y buena persona, o condescendiente, en lo personal”. Falso. Esa desconexión genera mucho sufrimiento. Y cuando este dolor aparece, la persona opta por taparlo, por enmascararlo para hacer de cuenta que todo transcurre con normalidad. Pero eso a la larga pasa factura porque tarde o temprano llega la crisis. Yo ya he enterrado a un empresario y he llevado a dos al hospital…

—¿Una última?

“Trabaja donde haya una oportunidad de mercado”. ¡No! ¡Hay que hacer lo que realmente te gusta, lo que te dice el corazón! Si hay tres “likes”, te gusta dónde vas, te gusta con quién vas y te gusta lo que haces, entonces amas tu actividad y actúas desde el corazón.

 

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DENTRO DE 17 AÑOS: #Lovetopía

La independencia del Levante Español, como consecuencia del movimiento del 15-M, ha dado lugar a un país gobernado por mujeres. Es el año 2033 y el periodista Rubén González quiere indagar en la nueva sociedad. En #Lovetopía.

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No se trata del cuento sobre una comuna hippy, con flores de colores y arco iris: en #Lovetopia hay discusiones, hay sexo… hay errores.

Esta es la sinopsis del libro que Carlos Goga dio a luz después de que -cansado y decepcionado de su entorno- investigara durante meses sobre un sistema ideal. “¿Cómo me gustaría que fuese el mundo?”, pensó un día. Y se encerró durante meses en medio del campo a leer y a escribir.

De esa introspección nació la novela #Lovetopia y los tres preceptos básicos de “una nueva sociedad”. Uno: el motor social es el amor y no el dinero; dos: los dirigentes son mujeres de amor y no hombres de guerra; tres: el eje de innovación económica y tecnológica favorece a las personas y no a las instituciones de poder.

Pero que nadie se equivoque. No se trata del cuento sobre una comuna hippy, con flores de colores y arco iris: en #Lovetopia hay discusiones, hay sexo… hay errores. Hay humanidad. Y hay también partidos políticos, bancos, grandes empresas, medios de comunicación y una justicia. Aunque todos ellos están reinventados y al servicio de los ciudadanos y de la vida. “No es un libro utópico ni new age”, dice en su prólogo Rafa de Ramón, “es un sueño al alcance de nuestras manos”.

 

Ana Claudia Rodríguez es periodista y autora del blog “Y si de repente” (www.ysiderepente.com)  en el que afronta diferentes retos y los cuenta en primera persona.

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