Conversación con Juan Andrés García Román

Juan Andrés García Román es uno de nuestros poetas más brillantes. Suyos son tres libros que han deslumbrado a la audiencia (esas quinientas personas que aún compran poesía en España): El fósforo astillado (2008), La adoración (2011) y el reciente Fruta para el pajarillo de la superstición.

Asimismo, ha compaginado su creación literaria con la recreación generosa de otros poetas, especialmente alemanes, entre los que se encuentran Rainer Maria Rilke y Friedrich Hölderlin. Precisamente este último es punta de lanza de Floreced mientras, antología panorámica de la poesía romántica alemana (Ed. Galaxia Gutenberg), donde junto a él podemos leer a sus coétanos Schlegel, Novalis, Müller, Heine y a otros menos conocidos.

En las líneas que siguen hablamos sobre Floreced mientras. Vaya por delante el agradecimiento a García Román por su tiempo y paciencia.

Hola, Juan Andrés. Si te parece comenzamos con algunas consideraciones generales. Al lector desinformado le podría parecer que, mientras que la composición de poesía depende de un impulso puntual (llámese inspiración), la traducción es mera carpintería. Pero ¿cuánto de trabajo (de disciplina, de tenacidad) hay en los poemas, y cuánto de súbita intuición en la labor del traductor?
No sé, si te digo la verdad, no creo que traducir un poema requiera inspiración (sí, llamémosla así para resumir). Ese ojo demente de la genialidad es tarea del autor y la bondad de la traducción es serle fiel. Pero, claro, la traducción es un fenómeno tan vasto que es fácil encontrar el contraejemplo: la traducción que Celan hizo de Ungaretti, por ejemplo. Pero eso es la excepción. Y es así porque Celan no es menos poeta que Ungaretti. Sin embargo, lo corriente es que una buena traducción corra a cargo de un poeta modesto. Y es que hay que ser humilde para ser fiel. Lo mejor es que la poesía la traduzcan poetas, ​sí, ​pero​ es ​​porque ​​los poetas conocen ​ese oficio​ en desuso​. Nos hemos pasado la vida leyendo versos y tenemos familiaridad con los patrones métricos, nos hemos pasado la vida leyendo imágenes hermosas y disponemos de piezas para fabricar el collage. Además, tenemos la motivación, traducimos por amor a la poesía, no por dinero. Sí, el amor en este caso puede más que el apetito creador. Yo he deseado ser muy neutral, muy transparente a la hora de traducir a estos poetas, precisamente porque les tengo mucho respeto. Con todo, quizás me he pasado de cauto, sí, creo que me ha faltado osadía. En ocasiones debí haber optado por rimas consonantes, sobre todo en el caso de los poetas más retóricos del conjunto.

Pero ¿cómo podrías haber operado si no?
​Pues creo que debería haber arriesgado más en ciertas ocasiones. El crítico y poeta Martín López-Vega dijo, y no le faltaba razón, que algunos de estos poemas no lo eran en español. Es cierto, una asonancia y un patrón rítmico de endecasílabo no pueden salvar un poema original sin un asunto trascendente u original. Y hay algunos poemas de esta antología que, aunque nos extrañe, son exactamente eso, como muestra de que el Romanticismo no es sólo aquel que desembocó en Rilke. Hay un romanticismo lírico que debe su ser más a filósofos que a poetas, más a bravos intelectuales liberales que a vates locos y sensibles. En tales casos, debí haber jugado más, haberme atrevido a crear un juego análogo y válido en español…

A propósito de eso, se me ocurre preguntarte, ​¿qué estrato del poema (semántico, retórico…) te resulta irrenunciable en la traducción?
Bueno, es muy difícil, o más bien sería un error, responder a la pregunta nombrando de hecho un estrato preferible. Seguramente todas las traducciones defectuosas lo son de hecho por haberse decantado, aunque por otra parte, ¿qué hacer si no?​ Está claro, todas las traducciones son defectuosas. Hay una larga tradición teórica a ese respecto. Yo suelo decirlo de un modo más pedestre: un Rilke español es imposible, y por otra parte tiene un poco de Frankenstein. Por ejemplo, mi versión de “A las Parcas” no deja de sonar a poema del Siglo de Oro español, y sin embargo no creo que sea una muy mala traducción. En conclusión, traducir es aspirar a crear un tejido (texto) literario en la lengua de llegada que a su vez sea fiel al sentido original​ (y en tal caso a la cultura original)​. Esto es algo perogrullesco​, p​ero quiero llamar la atención sobre la tensión que habita entre esos dos polos​, porque si bien se piensa, son inasequibles​. ​Así, pues, ​la buena traducción es una buena mediación. ​Aunque por otra parte esa división de forma-fondo constituye ya un error: lo que llamamos fondo es​, como se ha dicho,​forma significativa. Y tal vez la forma sea un fondo o significado con voluntad de estilo.

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Tú ya habías traducido con solvencia, entre otros, a Rilke y a Hölderlin (que, lógicamente, también está incluido en la antología). ¿Qué te resulta más fácil: verter a estos poetas totémicos, con la responsabilidad que ello conlleva, o a otros marginados por el canon?
Bueno, mi traducción de Hölderlin para DVD Ediciones es muy cantarina pero tiene un defecto que, si tuviera ocasión, me gustaría corregir: me decidí por no limitar la extensión de los versos y poemas en español, algo muy arriesgado que en verdad viola un tanto la densidad lingüística de ese gran poeta. En Floreced mientras no he cometido tal error. Aunque habré cometido otros.

Respecto a la facilidad… Pues si te digo la verdad, quizás das en el clavo, o hurgas en la herida con tu pregunta. Porque andaba traduciendo a Rilke, un texto suyo muy canónico y la responsabilidad y dificultad de hacerlo lo mejor posible me ha llegado a bloquear. Ahora mismo estoy en punto muerto. Espero superar este bache. Ocurre también, o sobre todo, que uno no tiene tiempo para dar clases, escribir y traducir… Yo sé que traducir bien a Rilke, todo Rilke, es la gran aportación que yo podría hacer, algo así como un cometido vital, pero por desgracia no hay quien me lo beque o sufrague… (Esto es un llamado a las fundaciones del Santander, BBVA…)

La lectura simultánea de esta antología y Fruta para el pajarillo de la superstición, que aparecieron casi a la vez, me parece muy estimulante. Y observo sorprendido que, de alguna forma, los textos de ambos libros tienen algunas similitudes en el tono. ¿Aprecias esto tú también? Y (en caso afirmativo) ¿crees que se debe a la influencia de estos poetas en tu oficio, o más bien que al traducir no puedes prescindir de tu voz intransferible?
Se debe a las dos cosas, o ocurre en las dos direcciones, pero creo, más bien y modestamente, una influencia de esas voces en mí. Algunos de esos poemas traducidos llegué, en el afán por mejorarlos, a aprendérmelos de memoria. Eso contamina inevitablemente la poca música que uno lleva dentro de sí mismo. Aunque por otra parte, como comentaba en una poética que realicé para la revista Años diez, considero que uno de los caminos para la poesía contemporánea puede ser la vuelta a una cierta oralidad, a la capacidad de memorizarse y cantarse, todo ello para oponerse a la dispersión individualista del mundo. Además, siempre he amado los motivos románticos y mi estética es nostálgica, tiene algo de pretendidamente anacrónica, y ése es un rasgo que se va consolidando…

Bueno, esto es todo de momento, pero seguiremos con la conversación infinita. ¡Muchas gracias y abrazos!
Gracias a ti. Un abrazo.

//Entrevista: David Leo García