De pequeños solíamos soñar con personajes mágicos, dragones de cuento, caballos voladores o dibujos animados. A veces, también, con los monstruos que se escondían debajo de la cama o detrás de la puerta del armario. Nuestro universo era sencillo pero lleno de laberintos mágicos que en nuestra mente adquirían dimensiones descomunales. Poco a poco fuimos creciendo, los sueños seguían ahí cada noche, pero empezábamos a vivirlos con menos intensidad; los personajes fantásticos empezaban a ser reemplazados por el chico o la chica de turno que nos gustaba en el cole, las historias del finde o las vacaciones que llevábamos todo el año planeando. ¿Y ahora qué? ¿Quién nos dice que no podemos seguir soñando como cuando éramos unos enanos? ¿Quién nos lo impide? Ahí fuera el mundo se puede estar desmoronando, pero cada noche, el universo se reduce a una simple almohada y cuando cerramos los ojos comienza un viaje que, sí vale, termina de forma un tanto brusca cuando suena el despertador a la mañana siguiente.
Pero el viaje puede continuar, los sueños pueden vivirse también con los ojos abiertos, y a veces incluso, hacerse realidad cuando menos te lo esperas, dicen María y todo el equipo de Le cool Barcelona.
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