Del 3 al 9 de abril

Estos últimos días he andado algo obsesionado por el concepto de eterno retorno. Como no quiero engañar a nadie, empezando por mí mismo, voy a reconocer de antemano que esta inquietud no me ha venido por leer a Nietzsche, sino a raíz de True Detective. El caso es que la idea no ha dejado de rondarme por la cabeza. El protagonista de “Así habló Zaratustra” -no, no me he leído el libro, ¿vale? lo he sacado de Wikipedia- se desmayó y pasó siete días en coma tras descubrir el carácter cíclico del tiempo. En mi caso la impresión no ha llegado a tal extremo, pero sí me ha mantenido en un estado de angustia constante y me ha conducido a un agotamiento mental que no recomiendo a nadie. Porque, dando por hecho que nuestra existencia se va a repetir una y otra vez, todo cambia. Cada segundo, cada instante deja de tener su peso proporcional en tiempo para convertirse en algo eterno. El tiempo que pierdes en leer estas líneas es infinito. Qué, dolor de estómago, ¿no? Entonces sientes la necesidad de vivir cada momento como tal, pero, vamos: ¡eso es imposible! Y además es un tópico. Luego piensas: si el tiempo es cíclico, no hay futuro, así que: ¡vamos a quemarlo todo! Pero no, porque detrás de nosotros viene gente, con sus segundos eternos de vida. Así que al final, pasados unos días cercanos a la locura, te das cuenta de lo absurdo mismo de la existencia y, en un acto de humildad muy humano, decides que lo más inteligente es no pensar tanto, salir a la calle, disfrutar con medida y seguir a lo tuyo. Y el tiempo ya puede ir en círculos, hacia atrás o dando volteretas, que eso, al fin y al cabo, no es asunto nuestro.

Pensar es bueno siempre que no te impida hacer cosas, dice Samuel y todo el equipo de Le Cool Barcelona.

Y nada mejor para hacer cosas que seguirnos en Facebook y también en Twitter.