Las chicas, by Emma Cline

“Esperaba que alguien me dijese qué había de bueno en mí. Más tarde me pregunté si sería por eso por lo que había muchas más mujeres que hombres en el rancho. Todo el tiempo que había dedicado a prepararme, esos artículos que enseñaban que la vida no era más que una sala de espera hasta que alguien se fijara en ti… Los chicos habían dedicado ese tiempo a convertirse en ellos mismos”.

¿Cuánto se olvida? ¿Cuánto se puede recordar? ¿Cómo saber cuándo estamos a punto de vivir un momento que nos atravesará en diagonal? ¿Y a toda una generación? Es imposible predecirlo; simplemente, sucede. Hay algún mecanismo que se acciona mucho antes, en otro lugar, bajo circunstancias que sencillamente ignoramos. La distorsión de los motivos y la moral cuándo nos adentramos en un mundo donde no hay nada que perder, donde todo vale y la vida es un juego constante. Las chicas parte del “qué” para enseñarnos el “cómo”, plagado de líneas en las que se pueden palpar los salientes de ambición mal gestionados que llevan al rencor y cómo este, a su vez, se transforma en odio. Por otro lado, en una línea paralela pero no lejana, la autora retrata de forma intercalada la elástica y cambiante perspectiva del crecer, la eterna lucha de las mujeres por recalcar que somos porque queremos, como queremos y que no necesitamos, sino elegimos… Porque nadie exime ni justifica a una mujer, ni si quiera ella misma.

“California. Verano de 1969. Evie, una adolescente insegura y solitaria a punto de adentrarse en el incierto mundo de los adultos, se fija en un grupo de chicas en un parque: visten de un modo descuidado, van descalzas y parecen vivir felices y despreocupadas, al margen de las normas. Días después, un encuentro fortuito propiciará que una de esas chicas –Suzanne, unos años mayor que ella– la invite a acompañarlas. (…) Fascinada y perpleja, Evie se sumerge en una espiral de drogas psicodélicas y amor libre, de manipulación mental y sexual, que le hará perder el contacto con su familia y con el mundo exterior.”

La narrativa americana no ha podido elegir mejor autora para cruzar esta línea. De manera atrevida y perspicaz Emma Cline escribió Las chicas, la novela que ha dado la vuelta a docenas de países convirtiéndose en un fenómeno mundial y catapultando a su autora al nivel de los grandes. Como bien dice Cline: “A las mujeres nos educan para que nos miren. No para ser las protagonistas”. Es por esto que sus chicas rompen los esquemas de la prosa, al igual que en su momento hicieron con el mundo del crimen. En esta novela el papel masculino ocupa constantemente un segundo plano. A excepción de alguna intervención macabra y cruda, aparecen siempre relacionados con encuentros sexuales, pero ahí se quedan: planos, irresponsables, ni asesinos ni héroes. Simplemente están ahí, y es bueno que así sea. Narrada de forma brillante, esta historia es un viaje de empatía hacia el corazón de ciertas mujeres, todas diferentes. Es una oportunidad de crear lazos íntimos con la autora implícita y viajar de su mano. Magníficamente escrito, con un estilo más que propio, descripciones directas e inesperadas, frases dignas de Nobel, reflexiones certeras y un desparpajo envidiable, la joven escritora ya ha puesto a medio mundo la piel de gallina.

Primera novela. Primer acierto. ¡Bravo, Cline!