Mariko Tamaki y Rosemary Valero-O’Connell fraguan una historia de amor efervescente que plantea qué sucede cuando nos abandonamos a las relaciones tóxicas que anhelamos en lugar de abrazar aquellas más sanas que realmente necesitamos. Esta observación en el umbral de la edad adulta es, igual que su reparto de personajes, fuerte y deslumbrante, donde la amistad juega un papel muy importante y donde el mensaje a transmitir es universal: no importa que sean dos chicas, dos chicos o un chico y una chica. Necesitamos estas historias honestas, crudas y hermosas que describan los aspectos poco saludables de las relaciones. La fuerza del anhelo y el deseo, la importancia de la comunicación y lo que se necesita para dejar ir a las personas que te impiden amarte a ti mismo.
Laura Dean me ha vuelto a dejar, una más que notable novela gráfica, nos habla del amor como relación de poder, de sumisión absoluta, entre dos personas, la fuerte y la débil, la abandonadora y la abandonada, la que dice “ven” y la que lo deja todo. Las relaciones románticas, a veces, nos convierten en la única persona a la que los árboles no le dejan ver el bosque. Tamaki también pincela temas de una manera delicada pero convincente, como el bullying y la homofobia, las preocupaciones que laten actualmente entre los adolescentes.
Tamaki explora los matices de las relaciones románticas y platónicas con ternura y honestidad. El arte de Valero-O’Connell es realista y expresivo, y da vida a los personajes a través de dinámicas ilustraciones en escala de grises con toques de rosa. El paso de la adolescencia a la edad adulta no tiene desperdicio, duele el corazón.