Me desperté con dos inviernos a los lados aborda el tema de la violencia de género a través de Cara, la protagonista. La historia de tres generaciones de mujeres que han sufrido tanto violencia física como violencia psicológica por parte de sus maridos. Un libro concebido hace diez años, cuando no se hablaba como ahora de este lacra, y el feminismo era un boceto. Una mujer asesinada por su pareja se juzgaba como un suceso violento, poco más. Ir de la mano de Cara como invitado del maltrato que su padre causa a su madre Carmen y ver las heridas que este deja en su madre, su hermano y en ella no es un buen trago. Elsa nos sirve en bandeja las atmósferas de aquellos cuentos de hadas de Andersen y Grimm: los objetos, los espacios, la muerte y la sexualidad, entre otros oscuros fantasmas. Acciones que se ejecutan con fuerza y brusquedad y que se concretan contra la voluntad o el gusto del prójimo.
Nunca serán demasiados ni suficientes todos los esfuerzos para contribuir a erradicar la violencia por razón de sexo, un problema ancestral de nuestra civilización que vulnera los derechos fundamentales y la dignidad de tantas niñas y mujeres de todo el mundo. La sociedad civil debe comprometerse e invertir esfuerzos en promover una cultura y una educación donde no tenga cabida el machismo. La pena por las caídas y debilidades propias puede llegar a ser demasiado aplastante, capaz de degenerar en un autodesprecio de acero y fuego que hunde en los fangos de la miseria, uno que se alimenta del mismo veneno del que se intenta escapar. Elsa Veiga consigue contarlo como si fuera una caricia. Pensemos en una educación eficaz, en tender la mano de la solidaridad, o este llanto será infinito como algún invierno.
Imagen de cubierta: Alison Scarpulla